sábado, 29 de noviembre de 2008

VIVAN

Vivan los muertos padres que sin querer
La seca tierra vivan nos dejaron
y nombres de mis árboles truncados,
con cuervos pasajeros devoraron.
Pero somos espejos, carne cruda,
las voces incompletas que nos llegan.
Queremos adornarles con las flores
nuestras tibias imágenes de ayer
sin saber si ocupamos sus nostalgias
y pesares, envidias y más madres.
Con cavilar la sangre por las noches
no aseguramos nada, ni las penas.
La conversión está sobre las tablas
que a oscuras ya los guardan de nosotros.

martes, 25 de noviembre de 2008

MI FLOR

Hay estúpidas flores que oscurecen
las praderas que buscan sus hombres
escupiendo en los viajes que yaceremos,
como las hay bien ciegas, transparentes
al verso del cantar, a los oídos
del rebramante mar y las quebradas.
Yo me quedo con la flor desahuciada
que pide un grito a los versos sangrantes
un llanto sin los fondos, sin los ecos,
la flor del escorpión en los otoños.

Sones

Miles son los soles que hemos comido en nuestras vidas
y tres son solo el motor rodante de nuestra luna
que oscurece la timidez.

sábado, 22 de noviembre de 2008

TrEs PaLoS

Mujer. La madre despertó una hora después de lo que debía y hacía habitualmente. Motivos. El reloj había desaparecido en extrañas circunstancias. Saltó con rapidez hacia su ropa. Puso sus zapatos al revés; se los sacó y los cambio de pies. Mi cara, por dios. Metió el cepillo el cepillo en su boca y comenzó a moverlo, mientras tanto ponía el hervidor y una mitad de pan a tostar. Mierda, no está la tostadora, y se le caía la espuma de la boca al piso. En dos minutos después ya estaba lista. Quiso sentarse por diez segundo en su living, por lo que se paró en el lugar vacío donde debería haber estado éste. Lloró. Ayúdame por favor, sálvalo y tomó su cartera desteñida de los 90. Al abrir la puerta, estaba frente a frente con el mostro de su hijo.

Lillo y El Fumador

Dilucidar la isotopía(1) de un texto siempre es útil a la hora del análisis, mejor aún si esta abarca más de uno. El cuadro isotópico inferido nos mostrará la constante general que el autor, intencional o no, dio a la obra y así mostrar la ley estructural del texto. Es así como en El Fumador y otros relatos nos aparecen diez relatos que traen consigo, no sólo una isotopía que se intentará dilucidar, sino que también una serie de conexiones, relaciones y diálogos intertextuales (2) que nunca dejan de ser interesante a la hora de reforzar el resultado y de rescatar algo significativo de un texto del que no se tienen muchas referencias, por no decir ninguna, del tipo que sea.

La metodología que se usará será la extracción de fragmentos representativos de tópicos comunes a los diez relatos, que serán seguidos de comentarios, para luego análisis libre de los campos semánticos (3), formulando categorías y una ley estructural del texto. Para el reforzamiento del resultado, sea cual sea, se realizarán análisis de las posibles uniones que existan, más allá del propósito central del trabajo, entre los relatos, llámense conexiones semánticas o intertextualidades (paratexualidad (4) e hipertextualidad (5)), etc. Es necesario explicar que los títulos se nombrarán como R más un número que es el orden correspondiente a la aparición del relato en el texto.

El fumador y otros relatos (Mondadori, Santiago de Chile, 2008) consta de 10 títulos (Hielo, El fumador, La felicidad, No era mi tipo, Cita, 40 caballos, Nunca he estado en Katmandú, Vida de una cachorro, Diente de león y El último cuento). Las relaciones a lo largo de los relatos del texto siempre están marcadas por el elemento interpersonal formado por relaciones desamorosas. En R2, por ejemplo, al comienzo encontramos: “Con mi mujer estábamos pasando por un periodo difícil y no sabía si nuestro matrimonio iba a seguir” (p23). En R1 encontramos la misma situación pero de una manera menos cabal: “subimos a una micro. En la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos la televisión sin volumen. Yo me quedé dormido primero.” (p18). Mientras que en R3 la relación establece una pacigüedad del conflicto, pero que concatena a otros tipos de situaciones: “Hablo de mi mujer y yo; ninguno de los dos tenía trabajo y estábamos acostados todo el día.” (p41) Se estructura así la relación interpersonal de RI, R2 Y R3 linealmente, siendo su esqueleto dos protagonistas quienes se relacionan de forma amorosa. La reiteración de este tipo de relación se establece nuevamente en R10: “- ¿Cuántos años hace?- preguntó Julia-. Desapareces de la noche a la mañana y al poco tiempo estás viviendo con otra mujer y yo me tengo que quedar con los chicos” (p125). Podemos dilucidar en los primeros relatos la tendencia a la separación, mientras que en R10 se muestra el paso de un cierto tiempo desaprovechado que no hace nada más que volver al conflicto en dicho relato. Sin embargo especifiqué lo de relación amorosa, ya que la relación se muestra como una macro constante en el texto. Sigamos viendo las relaciones entre dos personajes como únicos o centrales en los relatos.

En R5 se muestra el conflicto madre-hijo: “comenzó en un café del centro, un domingo en la tarde. Pero comenzó unos días antes, como una llamada que recibí en el colegio donde trabajaba. Era una mujer que decía ser mi madre, algo tan sorpresivo como ridículo” (p67). Al igual que en R10, existe el personaje ausente que decide volver; en este caso es la madre, la cual sólo escucha un “tú nunca exististe” (p72). En R7 el conflicto es padre-hijo: “Pensé en los años que estaba viniendo, y si la memoria no me fallaba eran más de quince años desde el día en que con mi hermana lo trajimos porque era difícil aguantarlo, hacerlo compartir con nuestras familias, oírlo quejarse en las noches como si se fuera a morir.” (p93) La ausencia se da como deseo y es el elemento que origina el conflicto al punto del aborrecimiento: “No era verdad, dejé de fumar porque en las mañanas estaba diez minutos tosiendo. No entendí por qué a mi padre no le podía contar esa pequeña historia, tal vez menoscababa el poco entendimiento que le quedaba o, lo que era más probable, no me interesaba relacionar nada mío con él excepto lo necesario, eso que aún nos convertía en familiares. ” (p93). Este tipo de relación sigue en R9, donde los estratos agenciales se invierten, siendo el padre generador del conflicto: “Se hablaba tanto de lo que les sucedía adentro a los violadores. Yo lo odié muchas veces, porque aunque mi madre trató de taparlo lo supe igual. Me avergoncé de él, quise que nunca más volviera vivir con nosotros porque a lo mejor era cierto que era un sidoso.” (p119). También existe la ausencia, como en R5. En otras palabras, en este último es la madre quien decide volver, mientras que en R9 es el padre.

En estos tres relatos notamos un periodo de ausencia (R5), una necesidad de ausencia (R7) y una vuelta a la primera (R9).

De una manera más débil encontramos en R6 conflicto padre- hijo: ”A su modo, Cecilia me convirtió en hombre mucho más de lo que hizo mi padre con sus clases de boxeo o llevándome cada tarde al gimnasio.” (p84). En el fragmento aparece una configuración lineal reversible, en donde se contrasta lo femenino/masculino, llevando la primera a concretizar a la segunda. Con respecto a lo interpersonal, el drama no es igual que en R7, pero se debe considerar como el relato anterior, no sólo por el orden establecido en todo el texto, sino por el paso a un “deseo de quebramiento de las relaciones” que posee el personaje de R7. Mismo deseo, pero justificado, tiene el personaje de R4, que además marca el inicio dentro de la estructura de El Fumador y otros relatos, del conflicto padre e hijo como también madre-hijo: “De un día para otro dejamos de ir, como si la deuda de nuestra esposa y madre estuviera pagada […] Desde aquella vez no he sabido más de él y no me importa demasiado.” (p61).

De esta manera encontramos campos semánticos que son claros a la hora de resolver una lectura del texto. Por ejemplo tenemos “periodo difícil”, “desapareces” (dirigiéndose a un tú), “oírlo quejarse”, “difícil aguantarlo”, “ninguno”, “no me interesaba”, “violadores”, “no me importa demasiado”, “menoscababa”, las cuales surgen como elemento fundamental en la conformación de lo citado. Si debemos darle una cierta categoría, sería adecuada la de INSENSIBILIDAD. Aún así sería apresurado dogmatizar a esta, por lo que debemos descubrir más categorías.

Estas relaciones se presentan entrelazadas con el tópico que sería La Muerte. En R1 lo encontramos sin producir algún giro en la tensión que causan los protagonistas. Esto se refleja en las siguientes dos citas: “Murió pasadas las cuatro. Con mi mujer lloramos en silencio y después le acercamos un espejo a la boca.” (p14) y en “-Me olvidé que tu mamá había muerto” (p16). No así se muestra en R4: “Yo sabía el resto de la historia […], pero esa vez fallé. Dejé de mirarme las manos cuando mi tía levanta el florero para descargarlo en la cabeza de mamá. […] Cualquier vida cambia con una suceso como ese, nadie queda indiferente porque nadie o casi nadie presencia el asesinato de su madre.” (p59) la muerte aparece de forma violenta, muy diferente a R1 en donde la muerte pasa desapercibida por los protagonistas, al extremo de olvidarla. Tómese en cuenta que en este último el personaje en cuestión es una anciana, mientras que en el otro es una mujer de un poco más de 40 años. También hay que extraer que en R4 el conflicto familiar llega a la violencia, la cual es el conducto por donde pasa R6, relato que retoma, luego de un pequeño receso en R5, el tópico visto: “Ahí estaba el Campeón, solo, como siempre lo había visto. Me acordé de su imagen en el camarín, sentado en la camilla con algodones en la nariz, y pensé en los motivos que tuvo para asesinar a Cecilia […]” (p88). De igual manera que en R4, R6 lleva el conflicto a la violencia en un relato donde la historia se construye en torno al boxeo.

Pero el tópico es tomado de otra manera también, considerándolo como efecto proyectivo y no-concretizante de ciertas patologías mortales. Por ejemplo en R8:

“La muchacha se despidió, pero antes de cerrar la puerta, dijo:
¿Te importaría saber algo?
No, dime.
Tengo sida. Ahora tú lo llevas. –Corrió hasta la casa y desapareció.” (p107)

El sida es el puente conector para R8 y R9. En este último, planteado en un fragmento citado anteriormente, se asimila al violador con un sidoso. Estas conexiones no son ajenas, por lo que hemos ido citando y relacionando. Pero las explicaré a continuación de los siguientes ejemplos.

En R2:

“Madrid se pasó la mano por los bigotes, y dijo:
Me estoy muriendo. –No dije nada-. Un escritor se está muriendo y tú no dices nada […] Cáncer, […] los doctores me dieron seis meses y llevo tres.” (p35)

Lo mismo sucede en R10: “Cachorro sentía que se iniciaba una conversación banal porque ninguna palabrería suelta podía reemplazar a una frase tan contundente como: <>.” (p123).

De este modo el elemento del tópico aparece directamente y se concretiza, como también no resuelve. De la primera forma pertenecen R1, R4 y R6, y de la otra, R2 y R8, siendo el cáncer el elemento repetitivo, por lo que debe relacionar a estos dos relatos con R1 que, como dijimos, se concretiza en: “El jueves mamá no pudo más. Los pies se le amontonaron y perdió la conciencia. Vino el médico y dijo que era normal, que después de algunos meses de buena cara al final el cáncer muestra la auténtica.” (p11)
Son cinco los elementos que, configurando parte importante en la trama de los relatos, conducen a la muerte. Un asesinato (R4), cuatro enfermedades terminales (RI, R2, R6 Y R8). Aún así la tragedia que causa una enfermedad no queda ausente en R3, el cual no presenta el tópico; veamos los siguientes fragmentos: “el chico me tomó de la mano y me sacó de la pieza […] sentí el frío del pasillo y me acordé de mi casa al tiempo que sentía chirriar las prótesis” (p47) y “junto al pequeño escritorio quedaron las prótesis igual que las armas después de la batalla” (p48). Tanto las enfermedades y las discapacidades conllevan desgracia.

La muerte es mostrada también como sus símiles simbólicos como sombra y oscuridad, que provoca desconocimiento y miedo. Esto se refleja como marca reiterativa en R8: “De pronto, al frenar una curva, una sombra salió de la nada y se puso en el camino” (p102); “… hasta que irrumpió una figura vestida de negro.” (p103);
“Oyó el grito a su espalda. Una sombra estaba parada junto a la camioneta, desgarbada […]- Tiene una ayudita- habló la sombra.” (p108). Hay que resaltar el carácter prosopopéyico de lo oscuro o la sombra, que sirve como instalación de diálogos con el protagonista, tales como “habló la sombra” (p108) y “le preguntó a la sombra” (p102). En R10 se presenta en “caminó hasta que oyó unos pasos atrás, dio vuelta la cabeza y vio una cabeza arropada. Se acercó a él, pero no llegó a tocarlo” (p130). Este fragmento da a conocer que la serie de relatos comienzan con el cáncer y termina en la sombra; produciendo una suerte de hermetismo temático el cual, a esta altura, se muestra como elemento básico. Además tomemos en cuenta que tanto R8 como R10, forman parte de los relatos en que “la muerte” no alcanza su finalidad, lo cual se puede traducir en una cierta cacería hacia sus respectivos protagonistas protagonista.

Tenemos una muerte expuesta (concretizada y no-concretizada) en el texto directamente, como también una simbolizada. Con esta pequeña estructura, estamos capaces de extraer algún campo semántico. Antes que todo se debe aclarar que el tópico no se establecerá como eje semántico, por su carácter explícito en este trabajo. Resaltan de los fragmentos seleccionados: “y desapareció”, “llorar”, “silencio”, “me olvidé”, “cerrar la puerta”, “conversación banal”, “me olvidé”, “frío”, y otras. Al igual que la categoría anterior, insensibilidad, acá encontramos la apatía hacia la situación mortal, un desengaño del ser “querido”. El sema compartido debe ser relacionado con la situación que provoca el tópico, por lo que INCOMPRENSIÓN, recaería en esta oportunidad. Ejemplifiquemos con una cita anterior: “Tengo sida. Ahora tú lo llevas”.
También resultaría conveniente dar cuenta de una categoría en el elemento más reiterativo en la serie: televisor. Algunos ejemplos más detallados en R1 por ser este el primero de la serie y por cumplir muchas veces la función de determinar lo que puede acontecer la tendencia semántica en los siguientes relatos: “Acostados, prendí la televisión. La miramos con el volumen cas al mínimo, haciendo zapping todo el rato” enseguida “Mamá se quejaba con la boca cerrada, sin palabras igual que la televisión” (pp12), también en “pensé que la televisión sin volumen no mostraba los velorios” (p17) y “en la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos televisión sin volumen” (p18). La primera cita muestra al televisor como propósito del no sostener el coito. Mientras que la última, refleja la falta de diálogo que conlleva la televisión, como lo expusimos en las relaciones interpersonales en un principio, más si se desarrolla en momentos como un funeral.

Ahora veamos algunos fragmentos de la infinidad que existen señalando al televisor, para luego inferir una nueva categoría: “Al llegar se desvestía rápido dejándome con la televisión prendida” (R2, p23), “Lo único que nos negamos a vender fue el televisor” (R3,p41), “Me pasó el cuchillo e intenté acordarme como lo había visto hacer en la televisión” (R3,p45), “Puso su mano en la cabeza de él y le revolvió el poco pelo que le quedaba, como lo había visto hacer en las viejas películas de la televisión” (R4,p58), “y se oían voces que no podía ser más que de un televisor” (R5,p69), “La televisión seguía sonando en alguna parte” (R5,p71), “Los combates eran cada vez más espaciado y al final terminé viéndolos por televisión” (R6,p85), “sacamos a mi padre de allí y dimos unas vueltas alrededor de la plaza antes de dejarlo en su cama con el televisor prendido” (R7,p92), “estaba con la amante una hora y veían televisión” (R8,p100), “Ingresaron a un pub, un sitio en donde él había estado algunas veces con su amante; un lugar poco iluminado, con la música algo fuerte y una pantalla gigante” (R8,p104), “<>” (R9,p113), “Prefería la televisión, decía que los libros le aburrían” (R10,p126), “Era la escena de una película sobre una pareja madura, Bergman quizá” (R10,p129). Ordenemos. La televisión es lo primordial, la escusa, la incomunicación, lo preferido, el pasatiempo de los amantes, la constante, el detalle. La televisión muestra un sinfín de significados, a primera vista. Pero hay que tomar en cuenta que el propósito no es ese, la polivalencia, sino resaltar la importancia que cumple el televisor a lo largo de toda la serie, por lo que el televisor mudo, en silencio, visto por largas horas, determina una especie de constante en los relatos siguientes para el televisor. En otras, si caracterizamos el elemento repetitivo televisor según R1 y la función que cumple en la serie, podríamos marcarlo como INCOMUNICACIÓN.

Plano del paratexto

Ahora bien, hace falta trabajar sobre las conexiones de los relatos, como ocurrió con el elemento reciente, para reforzar nuestro resultado de la estructura textual.
Si consideramos las categorías establecidas de INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN e INCOMUNICACIÓN parece abordar una antítesis el paratexto La Felicidad (R3), por lo que si no existe una paratextualidad coherente, estaríamos frente a una posible ironía.

En este texto topamos reiteradas veces con la palabra cumpleaños que, semánticamente, designa alegría. Ahora bien, primeramente se hace apto ver la conexión con los otros relatos que también portan la palabra. Por ejemplo en R4 el peso semántico de cumpleaños queda a obsoleto en el siguiente fragmento: “ahí estábamos los cuatro, los que en cada cumpleaños nos sentábamos en la misma mesa y decíamos las mismas cosas, desgranábamos los mismos comentarios baratos, esos que acompañan la mayoría de las celebraciones” (p57). También, y con una idea de contraste, en R6: “De lo que vi recuerdo a dos mujeres con una torta en la mano cantándole cumpleaños feliz a un hombre que le corrían gruesas lágrimas por las mejillas” (p87). De igual manera ocurre en R7: “La última vez [que pasearon] fue hace un par de años, cuando con mi hermana decidimos celebrar su cumpleaños en el centro. En verdad no fue el día del cumpleaños, sino el domingo siguiente o el anterior, no me acuerdo” (p32). Por lo tanto en R4 y R7 se refuta la idea paratextual de felicidad en ellos.

Agréguese también la paratextualidad existente entre el sema detrás de cumpleaños y los paratextos, los cuales portan negación: No era mi tipo y Nunca he estado en katmadú.

Volvamos a R3. La situación de este relato se constituye, primero en un hogar fragmentado, en donde sólo celebran 3 personas: “Miré la pieza, pero en ninguna parte descubrí algún objeto que indicara la existencia de un dueño de casa. Ni ropa ni fotografías ni esos objetos propios de los hombres como son las herramientas o alguna colección de autos en miniatura.” (p44); segundo, una de las tres personas sufre una discapacidad: “-Felipe- alcanzó a decir Leticia, con la boca llena, pero el chico caminaba hacia mí con sus piernas ortopédicas, parecido a un robot […]” (p46); y tercero, se expone el conflicto: “En eso Leticia le pegó al chico una cacheta en la boca y el chico soltó el llanto […]” (p45). Se observa, por lo tanto, fragmentación, discapacidad y conflicto, cuyas carga semántica desmienten al paratexto, instalando un tropo, el cual disfraza el real contenido semántico de la palabra sin ocultarlo, según Fontanier (las figuras del discurso, p67).

Otro interesante elemento paratextual lo encontramos en R8, R9 y R10. Su inter y paratextualidad está específica y explícitamente en R8 y R10. El primero nos presenta el paratexto Vida de un cachorro, en cuyo texto cachorro abre y cierra el relato: “Estaba oscuro cuando Luis subió a su camioneta con una bolsa en la mano donde había algo que se movía. Un rato antes, al llegar a su casa, vio al cachorro merodeando […]” (p99) y “Se despidió de su esposa y salió, pero cuando iba a subirse a la camioneta se le ocurrió mirar hacia abajo. El cachorro estaba ahí sacudiendo la cola, queriendo jugar con los cordones de sus zapatos” (p110). Mientras que en R10 el texto comienza con la afirmación: “-Soy yo – dijo Cachorro López” (p123). Se establece así el diálogo que los une. Agreguemos a esto la relación establecida anteriormente con respecto a la muerte: Sida (R8) y Cáncer (R10).

El otro diálogo que surge es entre estos dos relatos y R9, donde a diferencia de R8, el paratexto no se revela como un diálogo: Diente de león. Sin embargo no hay que apresurarse y decir que la hipertextualidad con R8 se da a nivel del texto, ya que este se presenta como elemento estructurador que dará origen a la competencia citacional (6), la cual permitirá decir que existe tal diálogo. A continuación dos fragmentos que nos ayudarán a esto: “debajo de una baldosa había un perro enterrado, un animal que vi en la calle la ventana de mi dormitorio” (p117), esta aclara que “mi padre bajó los ojos y arrancó uno de los dientes de león que crecía alrededor de la tumba” (p118). La relación entre perro y diente de león, es la que relaciona a manera de diálogo a perro, Vida de un cachorro y Cachorro López con Diente de león, estableciéndose relaciones de Intertextualidad en Cachorro López-perro y paratextualidad en Vida de un cachorro-Cachorro López-diente de león. Con esto, se muestra la reiteración estructural de una linealidad como la que instalamos en R1, R2 y R3. Principio y final de la serie de relatos.
Si observamos nuevamente los paratextos, podemos agregar a esta trato, aunque si bien no como paratextualidad, los semas repetitivos que dan la noción de animal: R6 (caballos), R8 (cachorro) y R9 (león).

Entonces, a nivel paratextual, se establecen relaciones inter y paratextuales que ayudan a revelar el carácter de ironía del paratexto Felicidad, con respecto a las dos categoría.

Resultados

Teníamos como primera categoría INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN como segunda, y, finalmente, INCOMUNICACIÓN. Además descubrimos que las palabras destinadas a la felicidad, son ironías. De las tres primeras categoría su constante etimológica resulta ser el prefijo IN, que según la R.A.E., indicaría negación o privación, por lo existe una negación o privación de los sentimientos, de la comprensión y de la comunicación. Lo negado es la base de las relaciones humanas, de las formas de llegar a al empatía, de lo que nos hace seres humanos, con altos y bajos. Por otra parte, la ironía se caracteriza por ser retórico, o sea, por un estar consiente de lo que se dice. En conclusión, todo aquello nos permite formular, a través del elemento dominante, que la ley estructural del texto es la deficiente necesidad de las personas, en este caso los protagonistas de cada relato, por llegar a concretizar las relaciones humanas.




Glosario de términos:

1-Isotopía: “un conjunto redundante de categorías semánticas que hace posible la lectura uniforme del relato” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.

2-Intertextualidad: “como una relación de copresencia entre dos o más textos”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).

3-Campo semántico: “es conjunto de palabras o elementos significantes con significados relacionados, debido a que comparten un núcleo de significación o rasgo semántico (sema) común y se diferencian por otra serie de rasgos semánticos distinguidores”. Roland Barthes Elementos de semiología.

4-Paratextualidad: “es entendida como la relación que el texto mantiene con los títulos, subtítulos, intertítulos, prefacios, epílogos, entre otros, llamados paratextos.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).

5-hipertextualidad: “es la relación que une a un texto B con un texto A, es
decir, supone la derivación de un texto de otro ya existente. Al texto B se le llama
Hipertexto yal texto A se le denomina hipotexto.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).

6-Competencia citacional: “Experiencia y dominio de los rasgos discursivos que permiten al lector reconocer o interpretar la dimensión intertextual en un texto.” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Osamentas

Suspiran poros la lejanía
Del sostenerse no poder solos
Así luz impía en tus piernas
Deslumbraba sed deslumbrábame
Vertical y santo paraíso inexplorado.

Llámame el deseo de tus botones
La voz de tu pecho azaroso
Que en el purgatorio de las noches ardientes
Rosales de dientes rozaran los vaivenes
Acorralando los vientres,
Nuestros hedores y crecientes
Sueños.

Allí ya te haces la despierta.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El sExO SegÚn MallArMé

Estaba frete de ella. Sabía que lo más seguro era que entendía ya mi postura sobre su cuerpo de mujer, sobre sus piernas que se cruzaban blancamente negándome la raíz que yo deseaba hacer brotar entre mis labios. Pero al negarme con su cruzamiento, comprendí que aquello también significaba el punto fijo en donde se encontraba el rubí que tenía que escarbar siguiendo nuestras subjetividades. Miraba desde sus rodillas hasta el borde de su falda (muy bien hecho por lo demás) el cual frenaba el libre albedrío de mi vista y de mis pasiones que estaban empezando a no dar argumentos para la suspensión de lo que no debía hacer y para la vuelta a la sumersión de la escapada de la vida. Miraba y me detenía. Todo empezó a desarrollarse de otra manera. El miembro endurecía y cada vez miraba más allá de donde la observación sobra y las manos necesitadamente se agitan. Se notaba el bulto que apareció entre mi entrepierna, y aquel fue el sistema que ella necesitó para hacer funcionar el roce que venía. Se acercó a mí y yo mantenía la concentración sobre su cuerpo entero, aunque esto significaba no sacarle el provecho o a sus blancas piernas, suaves a la vista, o sus pechos que se escondían bajo un juego en donde mi recepción parecía fácil y cercana ¿su rostro? Su rostro ya no me interesaba. Se puso frete de mí, las palabras no nacían, su olor era claro, su olor era madurez, su piel era joven, su todo era algodón húmedo. Puse mi mano en el arco de su espalda, sintiendo la fibra adolecente. Puse la otra mano, apoyando la palma sobre su vientre, y empecé a jugar con un apretamiento delicado de su carne. Mientras comenzaba a subir mi palma hacia el centro de sus pechos, sentí como su pelo caía en mi pelo; se desbordaba la confianza, mi libertad a hacerle mía. Sobé un par de veces su pecho estirando lentamente mis dedos hacia cada uno de sus duras firmes tetas. Rozar suave cada camino hasta llegar a la cima de sus pezones, era lo que sabía que tenía que hacer; pero las manos ya creía no necesitarlas, por lo que acerqué mi cabeza y con ella mi lengua y fui bebiendo como un pequeño felino la miel que su piel me daba. El pezón derecho había endurecido, pero nunca dejó de ser carne. Moví la lengua en un sentido, luego en el otro, en círculo sobre su botón hinchado. Enseguida comencé apretarlo intermitentemente. Su respiración llegaba al aura de mi faz. Sentía como su pecho roncaba áspero en mis mejillas. Mordí como niño su pecho izquierdo, comenzando a turnar mi boca para sus tetas. Levemente mi entrepierna sentía como la cadera de mi amante rompía con su quietud y levemente comenzaba a moverse hacia delante, en una acción que ya se escapaba de toda reglamento, de todo arrepentimiento, y que daba paso a chuparme el lóbulo como una principiante. Mi lengua parecía gustarle bajo su mentón, por lo que pensé seguir un poco más, sin embargo repentinamente tomó mi verga como su madre, con experiencia, pasando a agacharse, a abrir rápidamente el cierre y hacer un sexo oral con madurez, con profundidad y casi sin respirar. Sin lugar a dudas me había equivocado con pensar que estaba tomando el control de hacerla mía; mi subestimación estaba siendo basureada. Lo único que se me ocurrió fue tomarle el pelo y masajearlo, pero cuando estaba punto de hacerlo, el anillo que con su boca hacía en mi pene cada vez era más intenso; fue como un gustoso calambre a toda mi zona genital. Escuchaba como respiraba con su boca ocupada. No podía quedarme pasivo, por lo que estiré mi brazo y alcancé su nalga respingada. Movía la mano sobre su falda, acariciándole rápidamente su culo fibroso. Levanté su corta falda, metiéndole todos mis dedos bajo su pequeño calzón. La lisura de sus nalgas me hizo deslizarme de vez en cuando hacia su gordo corazón de carne. Metí mi largo dedo entre la zanja humedecida. Me moría por besársela y sesionarle el alma y los gritos que comenzaban a salir hacia mi verga. Mientras sus labios seguían pasando en banda hacia mi pubis, introducí en lo profundo dos dedos y los asimilé a un pene. La idea le pareció bastante bien, y sacó de mí su boca humectada y comenzó a masturbarme tan rápido como yo se lo hacía. Pareció una competencia en donde nos esforzábamos en complacer la meseta del otro. Aún así, mis movimientos los estaba haciendo con mi mayor esfuerzo, por lo que sus suspiros sonaban a más. Quise terminar con esta reciprocidad y gatille con la yema de un dedo su clítoris de forma sorpresiva. Eran empujones ascendentes que la estaban haciendo pedir la penetración por donde sea. Una y otra vez. Hacia arriba; hacia arriba. Dejó de masturbarme y se dedicó a ver con los poros mi vida en el sexo. Debía moverme de la posición que estaba y ponerme detrás de ella. Lo hice, pero sin sacar mis dedos de su vagina, que a esa altura mojaba a la propia lluvia. Al igual que ella, me agaché, abrí sus piernas, formando una tijera con dos dedos para abrir su vagina, dejé pasar tres veces mi lengua como una pluma recorriendo todo su mojado y grueso vaivén vaginal. Su desesperación fue tal que dio media vuelta y, poniéndome de pie, nos fuimos sobre su cama y a mí en particular sobre ella. Sin preámbulos anteriores, no dudé y la penetré. Sus caderas comenzaban a moverse por inercia hacia mí, hacia el cielo que golpeaba sus muslos. Mientras nuestras piernas emitían el sonido de la carne y mientras el sudor se confundía, observé que le gustaba leer a Mallarmé. Su antología se ubicaba al lado de un lápiz y una agenda color roza.

domingo, 2 de noviembre de 2008

SUBE AL JUEGO

Sube, me dijo. Esperaba que esta historia fuera mejor que la de ayer; hace rato venía guatiando mi tío en sus relatos. Esta vez subí y dentro era lo de siempre: el mismo estrecho de los asientos, la tierra y los papeles en el piso, la guantera abierta porque estaba mala. Pero también todo era diferente: la historia de mi tío, lo que me motivaba a subir al auto y acompañarlo a hacer sus trámites. Tomó el volante y se echó a andar. La Citroneta estaba en buen estado, el motor era una maravilla, apenas sonaba. La dedicación que mi tío producía en el auto era de pasión; su joya era una majestuosa loza digna de reliquia. En el camino, un par de marchas y mi tío empezó a envolverme con su nueva y distinta historia. Recuerdo que movió el retrovisor y me dijo si tenía la menor idea de qué es ser realmente un actor, diciéndole, por supuesto, que no (aunque lo supiera mi respuesta era la correcta; no me quiero ni imaginar que al decirle que sí corte su historia y el viaje se convierta en una lata). Cuando era cabro chico trabajaba en el negocio, qué tipo de negocio, no lo sé, sólo escucha. Pepe bigote, sí pepe bigote se llamaba mi empleador, el mejor vago de todo Coquimbo, el mejor gran hijo de perra del mundo. De este porte (su mano chocaba con el techo del auto) y así de ancho (si no es porque estoy yo de copiloto su brazo derecho salía por mi ventana). Era el respeto en persona en el barrio. Por ahí decían las buenas lenguas que vivía con tres mujeres y uno como es pendejo lo primero que me imaginaba eran tres mujeres iguales a él con labores repartidas en el hogar del pepe bigote (No lo sé, creo que era lo más lógico aunque haya sido un simple comentario de niño) y cuando le comentaba a mi mejor amigo, que ahora no recuerdo su nombre, este me decía que me callara, no fuera que por ahí me escuchara y me arrepintiera luego de haber dicho tamaña cosa, qué cosa, no lo sé, sólo escucha. Por la tarde de un día me senté a esperar a los muchachos e ir a lanzar piedra al techo de la iglesia para que saliera el cura extranjero, al cual le faltaba tres cuartas parte de riñón. Era un chiste el anciano. De pronto una mano apareció desde mi nuca y se interpuso frete de mí. Hacía bastante calor y un trozo de sandía ofrecido por el gigante, una jugosa y rojiza sandía, no me era para nada mala, a si es que antes de pensar la acepté. Ven, me dijo. ¿Entró a su casa? ¿Vio a las mujeres? ¿Eran más de tres? Sí, sí qué le dije, eran tres, tres mujeres como nunca había visto, eso es, nunca había visto unas caderas que desaparecieran en el contorno, en los varios contornos que adornaban sus gordo cuerpos, ¡dignas tres gracias (pero los ojos de mi tío eran de sin-gracia) de Botero! Entonces eran como te las imaginabas, pues tío, no… bueno sí, pero no. Y llegamos al destino. Decidí esperarlo dentro de la citro mientras el tramitaba. De lejos podía ver al sujeto detrás de mi tío, del relatador de historias, el verdadero. Subió y nos marchamos.
Ya, ¿y? “y” qué, sí pero no, tío. Pasó a segunda y siguió. Lo que pasa es que las tres eran sus hermanas y no sus mujeres como me lo imaginaba. Cuatro hermanos gigantes en vez de uno. Al entrar estaban recogiendo los platos del almuerzo y se detuvieron al verme entrar y luego continuaron en su trabajo por lo menos una media hora. Me senté en el sillón, pepe bigote fue al fondo de su pieza y ahí permaneció por lo menso una hora. Yo por el rato me entretuve jugando con una chihuahua que los hermanos tenían de mascota. Se notaba que era cachorro, y un cachorro muy pulguiento; los hermanos no perdían el tiempo en otra cosa que no fuera el buen comer parece. Maté, recuerdo, unas diez o quince pulgas y de recompensa me lengüeteaba toda la cara, pero en lo que más me entretenía era cuando incentivaba a que se mordiera la cola como un trompo. Luego las pulgas me empezaron a hacer efecto: me había comenzado a picar donde no quería que me picaran. Me preparaba a rascarme los desesperados cocos cuando en una de esas del fondo aparece pepe bigote. De un salto me paré para que no me viera con las manos metidas en el pantalón, y fue en aquello cuando vi fuera de la casa un automóvil con un tipo bajándose y abriendo la reja con dirección hacia nosotros, mientras uno, al parecer uno más joven, mucho más joven, sentado de copiloto tratando de ver con el sol en contra al otro usando su mano de visera. Desesperado, Pepe bigote me tomó con un brazo, como el tentáculo desproporcionado de un pulpo, y me llevó a la pieza en donde se encontraban las hermanas durmiendo una siesta bajo un carnaval de ronquidos. Me lanzó y se devolvió aprisa cerrando la puerta. Reboté en una y fui a dar, en un segundo rebote, en los senos de otra. Me di cuenta que no se percataron de lo que estaba pasando ni de mi llegada desde el cielo. Era niño pero no gil, y tenía bajo mi cuerpo la oportunidad, una gran oportunidad, de acariciar la teta de una mujer. No me importaba si era fea o bella, lampiña o velluda, atea o creyente; la oportunidad estaba y me hubiese pasado de estúpido si no la aprovechaba. Estiré su blusa hacia abajo tratando de tomar con ella su sostén y lanzarme bajo la desesperación de un púber novel a besar toda su gorda y sudada teta. Pero no había para qué hacer aquello: la hermana dormía sin su sostén (quizá no existan sostenes tan grandes), entonces me senté en la cima de estómago, me arrodillé y contemplé dos enormes botones hinchados que sobrepasaban la firmeza de su blusa ¿pezones, tío? No me respondió. Frenó la citro y bajó nuevamente. Sin darme cuenta la gorda ya casi me había hecho blanquear los pantalones. Pues tenía que bajar mi verga, no vaya a hacer que mi tío cuando se devuelva y suba me vea los pantalones y de pasada mi bulto con un tamaño fuera de lo común. Comencé a pensar en cosas que no estuvieran relacionadas con el sexo, empecé a perder la vista hacia fuera, hacia donde estaba mi tío. Éste conversaba con dos mujeres muy guapas, y como a mi tío no le faltaban bromas, las mujeres sonreían y dejaban ver aún más sus bellezas. Un par de segundos después subió mi tío con las mujeres a la citro. Desde el arranque pasaron un par de minutos sin que ninguno de los cuatro hablara, pero no lo encontraba para nada malo; me hubiese incomodado demasiado que continuara contando la historia con la poética con que lo estaba haciendo estando las dos mujeres presente. Entre medio del silencio me moría de ganas de entablar algún tipo de diálogo con alguna de las dos. Sentía el perfume que traían, podía imaginarme sus labios pintados de rojo y una suave capa de polvo en sus rostros. Las ganas eran mayores y sentía que debía hacerlo, era mi oportunidad y no podía dejarla pasar (me imaginaba horas después contándoles a mis amigos que estuve con dos mujeres en un pequeño auto observándoles sus magnas bellezas). Sentía como hablaban detrás de mí unas pequeñas voces, susurros de menta, de sensualidad, susurros de vida y de muerte desesperad, susurros que me clavaban el cuello y la entrepierna. Hablarles o despreciar la vida. Moví los labios pero fue la voz de mi tío la que escuché. Ninguna de estas dos chicas tienen pezones como los de la hermana, te lo aseguro, si apenas cabía uno en mi boca. Después de un rato de sentirme como un bebé, tenía una verga de miedo que debía sacar e introducírsela en la boca; ya no me importaba si despertaban las tres, yo sólo quería mojar con saliva esta cosa (se tocó las bolas y a esa altura ya dudaba de la pulcritud de las mujeres). En el momento que acariciaba su boca intentándola abrir, afirmándome la polera con las dos manos, sentí cerrar fuertemente una puerta y al segundo el rugir de un motor. Enseguida recordé que también existía pepe bigote y decidí dejar de lado lo que estaba haciendo e irme lo más rápido de la casa ahorrándome cualquier represalia. Mientras salía sin meter ruido alguno, observé ligeramente que pepe bigote estaba concentrado mirando hacia fuera desde la ventana, por lo que salí saltándome el muro del patio ¿Pero por qué mi tío había subido a estas dos mujeres? ¿Eran realmente putas? ¿Engañaba a mi tía pagando por sexo? Creo que pasaron por lo menos una semana para volver a ver a pepe bigote. Iba caminando y se me cruzó. Alcé la cara y lo saludé intentando decir que ese día nada había pasado, que a las gordas nada les había ocurrido, pero no e reconoció, sólo me miró e hizo un gesto de amabilidad. Pepe bigote, soy el del otro día ¿te acuerdas? ¿cómo están tus hermanas? Se detuvo, sacó de su enrome chaqueta de cuero una cajetilla y de esta un cigarrillo, lo puso en su boca y me dijo sin gesticular ningún músculo facial si me gustaría ir nuevamente. No lo pensé dos veces. Perdón, interrumpió inesperadamente una de las mujeres, a la izquierda, frente al portón blanco, sí, en la casa roja. No aguanté y miré las nalgas apretadas de las mujeres cuando pasaban por el asiento de mi tío hacia el exterior: rojos y blancos; corazones y transparencias. Cuando mi tío se estaba bajando del auto para salir junto a las mujeres, me alcanzó a decir que no dejó de venir por lo menos hasta que cumplió dieciocho.
No me podía quedar en esta ocasión dentro de la citro, pero primero quise asegurarme a qué lugar habíamos llegado, a si es que empecé a mirar y como el sol estaba un poco fuerte me ayudé con la mano. Nada raro. Bajé y lo acompañé. Ya adentro, mi tío se detuvo y las mujeres le dijeron que esperara, que verían si lo puede ver, a lo que mi tío respondió con una sonrisa de confortabilidad okey.
El interior de la casa era un bombardeo de colores silvestres. Todo daba la impresión de comodidad; sus alfombras tapizaban casi todo lo que uno veía. Las cortinas, el suelo, los candelabros (judíos si no me equivoco), lámparas y hasta una gruesa capa de humo se alineaban para dar paso a una armonía que desde el primer paso dentro me hizo sentir un frecuente visitante de aquel hogar. Me adentré a lo que a primera sensación era desconocido para mí. Avancé por un pasillo que me llevó a una sala de estar en donde se encontraba una persona sentada en una silla de ruedas al lado de una ventana con vista a la calle. Me daba la espalda pero se notaba su contextura un poco excesiva; sobrepasaba los límites de la silla de ruedas fácilmente. Me quedé parado en la entrada de la sala mientras mi tío se acercaba al sujeto. Se detuvo a su lado y le habló al oído por un momento breve. Pasó un momento en que no se dijo nada en la sala; y la soledad pasó a reinar junto con la comodidad. Mientras tanto empecé a observar las fotografías puestas en cada una de las paredes las paredes que rodeaban a mi tío. Había una en donde deduje aparecía el tipo de la silla, pero sin esta, sentado con un perro bastante grande a su lado; el gordo se veía feliz. Otra estaba un poco deteriorada, pero aún así se alcanzaba a notar tres grandes manchas negras, de las cuales no quiero levantar comentario alguno. Pero una, una foto fue la que me dejó en el abismo del misterio; era una foto normal si no hubiese sido por el trozo que le faltaba. La toma fue desde la casa que está allá en frente ¿la ves por la ventana? Ve; asómate, fue lo que me dijo mi tío sorprendiéndome mirando la fotografía cavilosamente. Fui hacia donde me decía, deteniéndome justo en el lugar donde había estado hace un momento el gordo ensillado. Con olor a viejo y a sudor en ese metro cuadrado, eché un vistazo hacia donde estaba nuestra citroneta en la calle. Raúl me la tomó desde ese lugar, justo donde está la citro, me dijo bajando el tono de su voz, fue el día cuando me largué a trabajar para al norte por 40 años. Tres días después de mi desaparición, sus hermanas murieron; yo sabía el desenlace, casi no tuvo fuerza para soltar esas palabras. Supongo que eso explica la rabia que llevó a Raúl, el buen hombre Raúl, para llegar a sacarme de esa foto. Pero tío ¿no hubiese sido mejor no poner la foto? Raúl es de aquellos que piensa que olvidar es la debilidad más grande que pueda tener el hombre; el camino más difícil es cerrar, pero no sellar, ¿me entiendes? ¿Me entiendes?, esa palabra me resonó por unos segundos un millón de veces, pero no pensaba en ella, sino que pensaba en lo que mis ojos miraban: los espacios vacíos no existen.
Esperamos, sentados en el sillón, uno al lado del otro. Mi tío sabía que algo me pasaba; yo sabía que me miraba de vez en cuando en mi silencio. Necesitaba esperar al anciano obeso para ¿descubrir algo? No lo sé, pero necesitaba verlo. Una hora después, no aparecía todavía y mi tío (no sé si para romper el silencio que nos merodeaba y que, sin lugar a dudas, lo estaba poniendo nervioso) me dijo en donde habíamos quedado, pero yo, sinceramente, no me acordaba de nada. Le pregunté: ¿de qué murieron? Pero nunca me respondió. Una hora más después, nos largábamos de la casa aburridos de esperar al anciano. Mientras nos dábamos la vuelta, mi tío me dijo apuntando con el dedo hacia la ventana, mira. Bajé el vidrio. El rostro del anciano se podía ver claramente: pena, gordura y vejez auspiciaban la que se mostraba casi segura como la muerte. Poco a poco nos fuimos alejando y poco a poco el sol fue blanqueando el rostro del anciano hasta desaparecerlo de mi vista. Al doblar en la esquina, fugazmente vi y a mi tío riendo y entrando a la casa una y otra vez junto conmigo. Miré a mi tío y me dijo, no distinguiendo pregunta de afirmación: puedes llenarlos.

sábado, 11 de octubre de 2008

DeSoLaCióN

Las circunstancia que uno pensaba que podían ser las menores con respecto a la influencia negativa que estas podían traer, ya se pierden lejos de nuestras manos, o sólo de las mías. Sí, si hubiese sabido que este punto llegaría, otro gallito estaría cantando. Recuerdo haber visto al toño por primera vez en la caleta, junto con unos amigos comiéndose un mariscal rodeado de gatos y perros. Yo estaba parada – bueno, no recuerdo si parado o parada: a las nueve dejo de trabajar siempre – con María la Lady fumándonos un pito de hoja – siempre hace bien uno antes de ir a dormir- , y una lata de Báltica, un poco tibia, pero letal para la secreción de la marihuana. El sol, ese sol, recuerdo como pegaba ese sol. Los bolas expuestas al sol de la mañana, después de que te las hayan chupado todo la noche un sinfín de tipos alcoholizados, si que son de temer para la ecología. Mientras aguantaba el humo dentro de los pulmones, una voz común y sin gracia, algo amanecida por la lamentación de la garganta, pidió sacarse una foto con nosotras. Sabía que no era muy usual ver a dos maricones en la caleta fumando marihuana y fermentando de lo lindo. Mentira. Es común. Y por ser común sea el hecho de habernos sentido importantes y haber aceptado. Era un grupito de cinco, de platita, rubiecitos y con los ojos bien rojos. Después de las fotos entablamos un par de temas de conversación, no recuerdo muy bien qué cosa, pero hablamos. No voy a mentir diciendo que tuve onda con el toño inmediatamente de haberlo conocido, pero para tirar no se necesita tener onda ¿o no?. Unas rocas más allá, donde era difícil que se viera, nos sirvió. La cosa fue un algo sin gracia, un desperdicio de tiempo. Una chupada y una metida, eso y nada más, aunque a veces me pongo a pensar para qué más, si ese día era el final de un día habitual de trabajo, pero quizá me lamenté por haber sido gratis y porque era una rubiecito con una tabla de envidiar. Pero no fue de mis mejores conquistas, incluso de esa pura noche. Después de salir de las piedras, me percaté que mi espalda estaba llena de mierda y que el conchetumare había acabado en el pantalón. Un poco más allá todavía estaban los demás; María la Lady no. El grupo se fue y me dejó sola. Al toño se lo llevaron mal, estaba con la tele apagada y vomitaba el mariscal. Fue muy chistoso verlo.
El la casa, nuevamente en la casa, veía tele y esta me prohibía irme a bañar. Sabía que lo necesitaba, pero justo daban una noticia sobre el posible término del proyecto del genoma humano. Dormí un poco, tomé té y dos panes con palta. Vino el Richard a decirme que todavía me amaba, pero le cerré la puerta en la cara con algo de dignidad. Me afeité la cruel patilla y escribí un poema. Más tarde tuve que volver a la pega. Doce en punto y con mucho sueño, dibujado en la esquina con L a Negra Colales. Esa noche fue más o menos bien, seis huachitos cayeron en este culito. En la tarde, con platita en los bolsillos, escribí tres poemas y un cuento. Era al parecer que la plata me motivaba a escribir, pero sé que no lo hago por ella; el dinero me ponía feliz, bueno, en realidad tirar y el dinero, pero no tirar por dinero. Al cerrar el cuaderno, se subió un gato pequeño, negro y con un poco de arestín. Me acordé. Era el puto toño, mi toñito, como ya lo estaba pensando, cuyos movimientos desapercibidos sobre las rocas me había dejado feliz como puta virgen, aún sabía que fue por una cosa de los efectos solamente. Me daba lo mismo, no lo había disfrutado en ese momento, pero ahora lo disfrutaba, y mucho. Y fue así como estuve acordándome de él, escribiendo poemas y cuentos y trabajando toda la noche. Alcancé a escribirle sesenta y cinco poemas y cinco cuentos, además de dos pero inspirados en el gato, más que más fue este que me llevó a pensar en toño. Dos cosas sabía seguro, primero, que lo que había pasado nuca más iba a pasar, no porque no lo quiera y no se vaya a dar la oportunidad de nuevo, sino porque esta cosa es la vida real y no un simple cuento o película kusturikiana, y segundo, el que estaba consiente que el recuerdo de toño estaba por estar y hacerme ser, y no estaba por estar o siendo por estar-me. Era feliz.
A través de un amiga que trabajaba el Neruda con Videla, haya bajo en el centro, compré un montón de películas para ocupar más los ratos libres, lo malo era que terminé con una dolor de cuello tremendo por estar viéndolas recostado en mi cama de guata. En un mes vi cerca de cincuenta y cinco películas – lo puedo decir si buenas o malas, porque no las sé distinguir. Al segundo mes bajé mis cantidades porque le pedí a mi amiga que me consiguiera películas menos usuales. Al tercer mes de películas me cayeron las primeras lágrimas por los movimientos de cámaras y ya no por la trama. Había afinado el ojo, pero había dejado de escribir. Al cuarto mes escribía y veía películas. Dormía cinco horas y trabajaba cinco en vez de toda la noche. Cuando bajaba a trabajar las chiquillas me reprochaban aquello, decía que si seguía trabajando tan poco, que me iban a correr, no por la amistad, sino por la conveniencia del dinero, a si es esta cosa, me decían. A esas alturas mi pieza ya no era pieza, parecía un chiquero de cultura, incluso estaba durmiendo sobre un montón de libros porque mi cama había desaparecido por el peso de mantenerme todo el día echado viendo películas y escribiendo de guata. Paso un año y sobrevivía con unos ahorritos: me había quitado la calle y todas las demás estaba ya ocupadas por putas y pares más jóvenes, además de los niños. Pero toño, quién era toño a esas alturas. Para mí eran mis libros, mis maletas de películas y los miles de poemas y cuentos que había escrito. El gato era grande y se marchó. Siempre estaba buscándome, por preocupación me gustaría pensar. Un día cuando volví del centro, me encontré con Richard dentro de mi pieza, leyendo algunos de mis cuentos, creo. Me impresionó mucho su aspecto, casi parecía alguien normal. Están bellos, me dijo. Lo único a que atiné, fue a sentarme a su lado y limpiarle un poco la saliva. Dijo que nunca me había dejado de amar y que él sabía como era y que ojalá aquello no fuera un impedimento para que estuviéramos juntos. Me vino a la memoria los tres días que habíamos estados juntos y que terminaron porque lo encontré ensartado con su perro. Maraco, pero no tan loco. Y así fue como alcancé a estar dos días viviendo acostas de Richard, de su pensión por una deficiencia mental. Tenía que volver a trabajar, además alguien como yo se acostumbra a tener el ano ocupado, y eso es por gusto, claro. Entonces bajé a la caleta y mientras saludaba un par de amistades vi al toño. Guapo y de una compostura de envidiar, este hijo de puta paseaba de la mano con su novia, supongo. Y sin esperar más saqué un par de poemas que llevaba en los bolsillos – gracias a dios que eran los mejores… bueno, lo más seguro que inconcientemente los traía conmigo por si esta oportunidad se llegaba a presentar, pero no sólo con el toño, sino con cualquier amorío que se presente- y me dirigí a él. Hola, toño, sabía que mi voz la reconocería, es mi marca laboral. Y fue cuando me percaté de la manera en que estaba vestida, me había recién acordado que estaba ahí para recuperar el trabajo y no para otra cosa. Aún así prefiero aclarar una cosa, soy maraco, bien, pero eso no me hace una persona poco empática. Sabía que mi pinta impactaría a toño, aunque hubiese sido así como nos conocimos. En fin, ya me había dirigido a él. No me contestó, ni siquiera le vi un gesto. ¿Se llamaba toño? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué me tomas del hombro?, me dijo un poco colérico. Fue mi decepción. Disculpa, le dije dejando salir mi voz real hundida en las aguas. Hice un vacío en el mundo circundante y tomé toda mi cara con las manos. Ahí reventaron las risas de todos esos tipos, humanamente mis amigos, que rompían el extrañamiento de mi espacio. Vi mi mano, estaba negra, la pintura corría. Estaba llorando sin sentirlo. Corrí lejos, lo más lejos de todos y todos. Ahora cuando recuerdo ese día, corriendo, apenas corriendo con la falda apretándome, llorando con dirección al depósito de mis lágrimas al mar, río.

sábado, 17 de mayo de 2008

Isak Borg


Sin historia es así, viejo Isak Borg

No mires con perillas que observan desde lo etéreo

Girando a derecha, izquierda y ningún lado

Isak borg, sin historia es así:

Aviso sabio y salvaje aviso

Recuesta en tus lunas el carmín

Sin salvarte, viejo, sin salvarte de lo perecible

… ya la cátedra puede esperar, mas las fresas pudren.

Allí pasó peón andante que envuelve sagrada sepultura

Y brinda por un nuevo carmesí.

La ruptura, cuidado, profesor

Puede esperarte con tu rostro,

Tus manos y pechos de prima:

Hermosa Sensatez virgen en Estocolmo.

Maravilla sin ser otro.

PERIPLO FREUDIANO

Primero en mi habitación, sacándome los pies de los zapatos y las calcetas, lanzándome sobre los almohadones y tratando de dormir empezó esto. Era hacer copular mis párpados; era la separación de lo que no puedo a lo que quiero; era el sueño. Aparecí en un universo frío que a primera vista era como volver al vientre maternal, a un vientre dudosamente infinito. Tenía que lograr ver los cuerpos celestes, los cometas y a Laica. Cuando estaba apunto de alcanzar un ángel con mi mano, otra me expulsaba fuera del universo, como si existiese otro universo con proporciones muchos mayores rodeando el universo. La luz; sí, recuerdo que era la luz la que el saludo de bienvenida me dio a ese otro universo. El dolor apago la luz o quizá la concentración que tenía en esta; era el dolor sobre en mi nuca, era dolor de mi cabello; aquella mano era la causante, el fuego, el castigador. Todo era extraño, la voz dirigida a mí y los rostros de las dos personas, eran extraños; ya no era el sonido de la fricción suave de los planetas ni los rasgos y definiciones de mis ángeles. La cosa es que me estiraron en su nave de cámaras, apretaron sucesivamente mi abdomen y siguieron remando, y siguieron remando como dos hombres solos, costilludos y negros. Pasaron un par de horas y dieron vuelta sus cabezas hacia mí, dándome lo dos al mismo tiempo un extraño gesto con los ojos, se lanzaron al mar; a mi primer universo. Un impacto de plomo el pecho me golpeo; mi cuerpo se abalanzó sobre el borde de la nave; mi rostro quedó enfrentándose al mar, al mar azul, que luego se vio mezclado con la sangre que desde mi garganta venía para desembocar de entre mis labios. Volvía al vientre materno, a danzar con burbujas que llamaban a una muerte. Una de esas burbujas llamaba mi atención; una de aquellas se engrandeció al ver que el esmero de mis ojos marinos hacía ella yo ponía; creció y creció, hasta que dentro de ella mi cuerpo cupo. Reposar en un agua hueco, con los multicolores que en ocasiones destellaban y sentirme seguro de un lleno mar, era como el encantamiento de soñar dentro de un sueño.

Un rasguño con hambre rompió el capullo y mi sueño de ser una mariposa en eterno despertar. Al reventarse, una mujer de colores vivaces y un pequeño enrollado en su cuello, miraban el rostro de quien les estaba mirando en ese momento. Pómulos sobresalientes, mejillas arqueadas profundamente hacia dentro y calipsos ojos, que enviarían a cualquiera a la excitación del caribe, formaban su rostro, y una túnica aurorial, su cuerpo; el pequeño mostraba sólo un ojo, bajo una manta manchada con sangre que envolvía cuerpo entero. Su mano la acerco a mi rostro; uñas enlutadas me llevaron a una reminiscencia de mi madre; sus relativos sesenta años mostraban clemencia, pero una clemencia no exactamente hacia ella, si no para mí. Podía, y sin el cruce de las palabras, tratar de simbolizar lo que con su mano intentaba explicarme. Antítesis de la de la excitación fue su el descenso de su mano a mi corazón y luego hacia mi abdomen… Cada vez era más claro. Comprendí. Cerré mis ojos por un segundo; intenté por más pero algo no me dejó hacerlo, como también se me impediría por menos. Su pequeño ya no estaba, su túnica estaba abierta, su voz sin palabras me llamaba; me refugié; era mi nuevo capullo, mi nuevo útero. Era la droga más fina de todas, más fina que vid rojiza mezclada con el brillo del chocolate. Sin embargo fueron breves segundos lo que viví en los senos más bellos y arrugados de todos: luego fui yo quien alimentaba de mis pechos a Otro, que por la suavidad de los labios al beber mi lácteo, suponía que era Otra. Me espantó. Urgí la cabeza dentro de mi túnica; era todo oscuro, era todo sordo. Vi mi cuerpo desnudo, desde mis pies a la inconciencia y desde mi pecho a la tierra; observe la cercanía del viaje final ¿para qué esperarlo? Me acerqué al borde del universo y allí me senté, excitándome con su velocidad, con su viajar. La expansión parecía infinita, pero mi tiempo y paciencia también. Pasamos por centenares de Súper Novas, y sus luces era antídoto para ciegos; cruzamos Agujeros de Gusanos, una y otra vez, y ya el tiempo dejaba de ser un problema, y cabalgué sobre una galaxia. Sin embargo, un cierto sentimiento de tristeza me provocó mirar hacia atrás. ¡Era terrible! Mi vía láctea estaba a miles de millones de megaparsec, y me comía la incertidumbre de no saber si ella estaba en la Vía Láctea, en la Tierra. Tomé la decisión más terrible de todas - y asesinar al hijo no era -, si no dejar el deslumbrante viaje final del universo, dejarlo sólo por el camino a su salvación. Cada paso era el adiós de una estrella, y cincuenta pasos hacia la tierra tenía que dar. Lágrimas por Orión, por túneles negros y por los anillos de Saturno cayeron; era desastroso, pero era la Tierra.

Mi llegada estuvo marcada por un pensamiento que tuve y me silencio durante un par de segundos. Todo, pero casi todo empezó a girar en torno mío, lo malo, lo bueno, lo terrible y lo sublime ¿Acaso por mi culpa, por haberme alejado e ir a viajar entre las constelaciones había producido está ceguera a la humanidad, esta oscuridad? ¿O era tal vez que perecible era Dios y el universo complejo se enlutaba en su entierro? No lo sé. Y un ciclón de arrepentimientos movía mis cabellos; la nostalgia me había traicionado; el volver allí me estaba convirtiendo en un mártir, y eso no era por lo que había vuelto… por nostalgia volvía. Sin embargo ahora tenía nostalgia por el universo y su cósmico viaje, pero sabía que viajando con Él, volvería a tener nostalgia por La Tierra y su oscuridad. Entonces caí voluntariamente al suelo dudoso, acomodé mi sueño, sentí mi sueño, despedía al sueño y abrí los ojos, y no sabía si con sonrisa o lágrimas saludar a mi habitación.

miércoles, 14 de mayo de 2008

DEGRADACIÓN SURREALISTA

Antoine Doinel, camina por la calle Marsella. Nada quiere escuchar sobre golpes, ni sobre semiótica. Antoine Doinel, lleva los pies mojados y salados, y un punto de fuga en su espalda. Huye de los signos y la sociedad. No quiere nada que tenga que ver con ellos. Sin embargo los signos y la sociedad están allí. Antoine Doinel quiere ser libre , y decide correr, sin importar que la calle Marsella es infinita.

Al minuto cae lluvia sobre él y Marsella. Coloca, para taparse, y que el proceso natural del agua no se detenga por causa de él, hojas de las palabras sobre su cabeza. Se sienta, y de su bolsillo saca una colección de las mejores novelas de Hesse. Era una lectura profunda, y, a veces, se detenía inconcientemente a reflexionar sobre ellas. Reflexión tras reflexión, y los trozos de papel mojados corrían por el contorno de su rostro. “Hay algo extraño en Hesse; sí, algo extraño. En gran parte de sus novelas, Hesse duda de una manera extraña: Siempre están presentes, ocupando párrafos y párrafos, esas preguntas; esas putas preguntas que me provocan la reminiciencia de aquellas putas preguntas que yo me hacía antes de emanciparme y correr. ¿No habíamos ensalzado de jóvenes todos nosotros, los conocedores y críticos, a obras de arte y artistas, que nos resultan hoy muy dudosos y absurdo? ¿No nos había ocurrido esto con Listz, con Wagner, con muchos hasta con Beethoven? ¿No era la floreciente emoción infantil de María por el song de América una impresión artística tan pura, tan hermosa, tan fuera de toda duda como la emoción de cualquier profesor por el Tristán o el éxtasis de un director de orquesta por la Novena Sinfonía? ¿Y no se acomodaba todo esto a los puntos de vista del señor Pablo y de le daba la razón? En realidad es difícil decir algo”. Más tarde. “Puede ser una cosa… no estoy seguro. En fin: Hesse resalta la homosexualidad a un límite de placer, que ni mis amigas meretrices y mis amigos lo pintados podrían darme a conocer. Sus protagonistas sufren el amor acallado; aquel amor que esta sociedad - la misma por la que huyo- reprime, hasta el punto de plasmar toda la poesía en sujetos cómo Max Demian, Harry Haller o Gobinda. Sí; lo recuerdo. Un beso fue la despedida, con un paisaje hermoso, de Sinclair con Demian”. Escuchó a lo lejos su nombre. Corrió nuevamente.

Antoine Doinel corrió tanto hasta olvidarse por qué corría. Sus pies no daban más, así como la fragancia poca que quedaba del mar. Ya no quedaba la energía del principio; el descanso debía llegar.

De bajo de un cartel, Antoine detiene el correr y mueve la cabeza hacía arriba, mirando en contrapicado el esplendoroso cartel publicitario que se erguía sobre él. El cartel era llamativo para toda la gente, menos para Antoine, el cual escapaba de toda esa atracción, de todo el simbolismo y sociedad utópica que lo sitiaba. “Será sólo un momento. Creo que hasta lo más mísero necesita la limosna de la involuntariedad”. Así, el escapista, observó que el cartel era referido a un diario (1). La imagen del diario estaba a un costado, mientras que en el otro, sobre un fondo negro, había un pan francés a media de ser separado en dos; enseguida había una frase que el joven la nombró en voz alta: Necesario como el pan de cada día. Antoine recordó un cuadro de José Balmes, en donde este presentaba un pan batido idéntico al del cartel, y recordó, además, que en una noche de drogas junto al pintor, este le declaró que aquella pintura representaba la vid femenina: la vagina; o sea, si tomamos el pan por ambos extremos y lo partes por la mitad, estaremos en frente de al acción física que hace la vagina en el acto sexual. Antoine Doinel recordó y aplicó, nuevamente, de una forma inconciente, no sus conocimientos, sino que sus experiencias, cosa que él decía que eran distintas. “Si aquel diario coloca ese tipo de frases, y tomando en cuenta aquel cuadro de Balmes, lo que se quiere decir es que el diario es tan vital como el sexo. No sé cual es ese afán de relacionar las cosas de las personas con otras cosas; no sé cual es el fin de darle a todo un significado…. Acaso no sabrán que eso puede decir también, que el diario es tan necesario como las conchas de todas las mujeres, incluso como el de aquellas personas que llaman madres… Acaso Dios tiene cara de vagina.” Ahí, en el disgusto por lo innecesario, por el signo, la piel de Antoine empezó a cambiar, pero ni de color ni de forma, sino que su piel había empezado a desaparecer. No lo soportaba. Sabía que eso no era algo natural, genético. Antoine Doinel cada vez que intentaba despreciar el signo, caía en aquel periplo que tanto repelía. La causa era los signos; el efecto, la desaparición de su piel. Antoine huye.

El joven Doinel, ya sabía que lo sucedido con su piel de bajo de aquel cartel no era genético, pero no sabía si era por el mal trato dado a los signos - porque temía que fuera un castigo- para así cambiar; pero también estaba la posibilidad de todo que aquello fuera producto de un fraude destinado a él, y sí y sólo si a él, y como consecuencia engrandecer más su odio hacía la farsa.

Decidió, al ver que sus pies se desgastaban como cristo-en-el-mundo, abordar la locomoción de pasada hay que decir que Antoine no sabía que aquellas libélulas gigantes, como las llamaría Cortázar, servían para aquello, para desplazarse de una manera más cómoda sobre la Ciudad y sobre la calle Marsella. El joven supo, inconcientemente, que el confort y la brevedad de su viaje dependerían sólo de aquel bicho gigante. Pero el corredor sabía que de tras de esa inconciencia estaban los signos. Antoine Doinel subió.

El viaje, sin duda era extraño para Antoine. Era un viaje aburrido. Antoine sentía nostalgia para con sus piernas; las necesitaba; debía correr. Pero antes de su bajada, anotó en su espalda lo siguiente:

Sin duda es extraño para mi este viaje que se mostraba primeramente como una fuente de placer, pero sin duda alguna es aterrador; te muestra, hacía la naturaleza ubicada de tras de eso que llaman vidrio, como un ser inerte… ¡Qué asco! Además esos carteles que están pasando por allá fuera, la gran mayoría son carteles publicitarios de seguros de vida y clínicas privadas… ¡Más asco! Esto es decir, entonces, que si están ubicados en plena carretera, nos están proponiendo que manejemos sin preocupaciones, con cero rollos por nuestra vida, ya que si tienes un accidente no te preocupes, nosotros estamos a mano, pero la propuesta está errada – creo - puesto que mayoritariamente estos carteles utilizan símbolos muy llamativos… claro, muy excesivos, como aquella CRUZ VERDE, de grandes proporciones que está pasando en este momento en frente de mí. Esto, la atención al cartel y, por consiguiente, desatención en el viaje, intentaría - creo- buscar estas Salvadoras de vida. Entonces buscan el accidente bajo sus propagandas, así estarían ellas, en el momento preciso, para salvaguardar esas vidas moribundas… ¡Demasiado asco! Además, las otras publicidades han sufrido el giro copernicano, ya que antes – recuerdo- había que comprar los productos que usaban esas grandes estrellas de Hollywoodland o actantes importantes en el mundo, y ahora la publicidad recae en los estúpidos, en nosotros; algunos que alcancé a anotar: El futuro es Tuyo o El futuro está en Tus manos; Por que Tú nos conoces; Tú nos inspiras; la libertad es Tuya; nosotras Te entendemos, etc. ¿Intentarán que Yo – no sé si a Ustedes-, me deje engañar y pasar a pensar que sólo intentan dirigirse al público de una manera más directa solamente? Está claro que es dirigen a un público cretino, el cual las publicidades ven como estúpidos o tan tontos que hay que dirigirse directamente a ellos…qué giro Copernicano... Bueno, ya apenas escribo. Lo dejaré, por el momento, hasta el inicio de las nalgas.”

No era que escribir más no pudiera, la cosa era que no tenía más espalda; la espalda, con cada análisis semiótico que el joven Antoine Doinel hacía inconcientemente, iba desapareciendo. La peste de los signos le llevaba comido ya la mitad de su lozano cuerpo. Esto trajo consigo la vergüenza de Doinel, y seguir escapando era, para él, el único acceso para continuar viviendo, incluso aún cuando la sensación de estar corriendo halla también desaparecido.

Así, intento desesperadamente refugiarse en un cine, ya que en su escape con parte de su cuerpo, Antoine fue analizando hasta los más pequeños detalles de su alrededor, costándole así un trozo de su rostro.

Era oscuro, y en la pantalla pasaron las palabras Der Himmer über Berlin; Antoine había decidido tratar de negarse a su inconciencia, algo así como tener una inconciencia de la inconciencia. Ya habían trascurrido casi dos horas de de negación a los símbolos de la película. El la mitad desaparecida del cuerpo de Antoine Doinel estaba reapareciendo, y la película ya casi era vista por dos ojos en ves de uno. Sin embargo, en las dos horas justas del rodaje, aparece lo siguiente:

“(…)algún anuncio, solo y único, que hiciera detenerse asombrados a los transeúntes, un cartel de novedad, excluidos todos los aditamentos extraños, reducido a sus términos más sencillos y eficaces sin exceder el alcance de la visión casual y en armonía con la velocidad de la vida moderna.”

El recuerdo de los carteles estaba siendo, el análisis estaba floreciendo en sus redes neuronales. “¿Qué razón hay para cambiar los colores, o más bien dicho, pasar de tonos a colores o del blanco y negro a multicolores? Los ángeles buscaban ser hombres; mientras que los Hombres, inmortales. Ángeles como ángeles ven en tonos; Hombres como Hombres, supuestamente, verían en colores. La cosa es que la vida como inmortal no vale la pena; las cosas eternas no valen pa´ nada. La vida vista como ángel, es de tonos grises, tristeza; vista como hombres, los cuales no duran para siempre, con una vida dejada al destino, con la muerte al final del camino, se ve de colores, pero unos colores que empiezan desde que Damiel experimenta el instinto de sexo, cuando inhala aquel olor a belleza, cuando observa a la funanbulista desnudándose – la cual es lo más parecido, estéticamente, en el momento de ejercer su trabajo, a un ángel, a un ángel inmortal que intenta manejar las alturas, de las cuales proviene Damiel - ¿Es qué el sexo o la atracción por el sexo- y creo que en este caso no puedo decir por el sexo contrario, ya que los Ángeles, no sólo aquellos dos, sino todos los de las sagradas escrituras, son hombres- de las Mujeres es la línea de la concordia entre ser mortal e inmortal, de morir y no? Creo que sí ¿entonces la vida se disfruta con el sexo femenino? No lo sé, pero sí sé que la mujer sería, en este caso, mostrada de una manera oculta y quizá inconciente, como la fuente principal de la procreación de la vida, de aquella vida que tanto desean los ángeles. Además, siguiendo con los colores, los tonos son, ante los colores, sinónimo de simpleza, o sea, los ángeles están viendo la simpleza – en contra punto con la eternidad, que es compleja – de la vida de los Hombres; además son observados únicamente por las personas que espiritualmente las consideramos las más sinceras, buenas y simples: Los niños; como también se muestra cuando admiran lo hermoso de las cosas simple que realizan los humanos, como frotarse las manos ante un café, acariciar a un gato o estirar los pies. Entonces, pareciera ser que cuando Damiel pasa de ser Ángel a ser Hombre, y empieza a ver en colores, ve la complejidad o lo que simbólicamente representa la eternidad, algo así como el fin último o la verdadera felicidad; y por último está la comunicación: los ángeles no utilizan las palabras. Sin embargo está simpleza hermosa, no es siempre tan hermosa, puesto que cuando el ángel Damiel llega al mundo, llega con una armadura, la cual simboliza protección, o, en otras palabras, se expresa algo así como aquí tienes una armadura para que te tengas con que protegerte de las desilusiones, de lo horrible de la vida.”

Con esto último, Antoine Doinel estaba llegando a su fin. Antoine estaba desapareciendo totalmente, su rostro sólo era un ojo; su cuerpo, la palma izquierda. Pensó que ya no podía hacer nada más y que ya no podía ir en contra de los símbolos y la sociedad ¿Tenía que vivir con aquella apariencia? ¿Para siempre? ¿Con la vergüenza? No lo sé. “No me queda más remedio, puesto que la vergüenza me consume, y la vergüenza es símbolo de estar comprometido, en cierto punto, con una sociedad, que unirme a Ella… sí, necesito quitarme este peso de encima de este cuerpo medio invisible de esta sociedad” Aquí es donde el joven Antoine Doinel realiza su último escape… ¿hacia dónde? No lo sé… no me lo contó… sólo se que ahora he escrito mis experiencias, con otro nombre, uno francés, y tratando de esfumar todos aquellos recuerdo en estas hojas, esfumarlos como se ha esfumado mi cuerpo. En realidad sólo estoy escribiendo estas líneas con la única palma que me queda… la izquierda, y tengo que decir para desaparecer totalmente mi último análisis, pero como último, no es necesariamente el mejor; además ya no puedo colocar las comillas.

Bueno, la cosa es que son extraños los nombres de las poblaciones en que estamos ubicados; dos ejemplos: Primero, San Juan: nombre de santo, para una población donde, si caminas pasado las dos de la mañana, de seguro tienes una navaja en tú cuello… paradoja. Pero también es donde se mezcla la religiosidad con la delincuencia, como ocurre en las procesiones a la parroquia madre, dentro de la misma población, una especie de Río o Banco chileno; en segundo – y el nombre lo dice todo – El Calvario……

BUENO, LA PERSONA QUE ESTABA NARRANDO DESAPARECIÓ TOTALMENTE POR CULPA DE ESE ANÁLISIS A MEDIA, ES POR ESO QUE NO PUDO SEGUIR ESCRIBIENDO. YO SOY EL CRISTIAN, Y LO QUE ACABAS DE LEER, ES FICCIÓN VARATA, PERO CREATIVA – CREO.

ESO HA SIDO TODO.