viernes, 13 de febrero de 2009

Por favor, cuéntame

Eran las diez de la noche y llevábamos más de dos horas incrustados en la congelante brisa de una noche de verano esperando a Chinoy. Jadranka y yo y ya era como mucho. Son los gustos que se dan los soportables y placenteros artistas Chilenos, pensé. Cerré y abrí los ojos y subía Chinoy al escenario y Nuevamente cerré y abrí los ojos y llevaba casi una hora y media tocando y el deseo que tenía era el de sacarme la clásica foto con él, con el artista de turno, el que la rompe en los pendrives de todos. Sin lugar a dudas era un lujo estar escuchándolo a tres metros. Cerré los ojos y me dediqué a corear en voz alta y explosiva aquellos temas que se transformaban en recuerdos, impulsos y deseos. Apetecía que el momento no terminara, pero que por ningún motivo fuera eterno. Debía ser larguísimo y no inmortal y que pudiera elegir el momento en que callara y bajara del escenario Chinoy. Así, el final se acercaba y todos gritaban otra y todos añoraban ese tema y todos aplaudían de pie el son alentador que daría paso al añorado tema que todos aprovecharían a ojos cerrados, con la catarsis al extremo. Protocolo pensaba yo y miraba de reojo a Jadranka. “No empañemos el agua” empezó a sonar, saqué un cigarro junto con el encendedor y empecé a botar el humo motivadamente rumbo al éxtasis. Al finalizar fuimos a tomar asiento con Jadranka para servirnos algo. Ella un té y yo un café. Acompañamos las aguas con sabor a té y café con chaparritas las cuales en cada mascada emitían raras señales de vapor. Sudaba mi frente. Volví a botar humo. Veía como Jadranka tomaba lentamente su café mientras yo pedía otro café. Al llevar la mitad del tercero detuve la mirada en ella. Qué pasa me dijo. No, nada, le respondí. Entonces, por qué esa mirada, me dijo con una sonrisa dudosamente asustada. Entonces no aguanté más y tuve que decirle mi duda, mi necesidad, mi paridora de nervios y mi asesina de ego sabelotodo: ¿Qué fue lo que hiciste en Croacia? Cuéntame la verdad ¿Cuántos fueron? ¿Qué hombre? ¿Qué mujer? ¿Qué niño? Mientras salía el artista posterior a Chinoy, me respondió prendiendo un cigarrillo rojo camuflado entre en sus labios: Ocho, fueron ocho, ocho y nada más. Me aterré y dije gracias, mi amor, gracias. La cuenta por favor.