sábado, 29 de noviembre de 2008

VIVAN

Vivan los muertos padres que sin querer
La seca tierra vivan nos dejaron
y nombres de mis árboles truncados,
con cuervos pasajeros devoraron.
Pero somos espejos, carne cruda,
las voces incompletas que nos llegan.
Queremos adornarles con las flores
nuestras tibias imágenes de ayer
sin saber si ocupamos sus nostalgias
y pesares, envidias y más madres.
Con cavilar la sangre por las noches
no aseguramos nada, ni las penas.
La conversión está sobre las tablas
que a oscuras ya los guardan de nosotros.

martes, 25 de noviembre de 2008

MI FLOR

Hay estúpidas flores que oscurecen
las praderas que buscan sus hombres
escupiendo en los viajes que yaceremos,
como las hay bien ciegas, transparentes
al verso del cantar, a los oídos
del rebramante mar y las quebradas.
Yo me quedo con la flor desahuciada
que pide un grito a los versos sangrantes
un llanto sin los fondos, sin los ecos,
la flor del escorpión en los otoños.

Sones

Miles son los soles que hemos comido en nuestras vidas
y tres son solo el motor rodante de nuestra luna
que oscurece la timidez.

sábado, 22 de noviembre de 2008

TrEs PaLoS

Mujer. La madre despertó una hora después de lo que debía y hacía habitualmente. Motivos. El reloj había desaparecido en extrañas circunstancias. Saltó con rapidez hacia su ropa. Puso sus zapatos al revés; se los sacó y los cambio de pies. Mi cara, por dios. Metió el cepillo el cepillo en su boca y comenzó a moverlo, mientras tanto ponía el hervidor y una mitad de pan a tostar. Mierda, no está la tostadora, y se le caía la espuma de la boca al piso. En dos minutos después ya estaba lista. Quiso sentarse por diez segundo en su living, por lo que se paró en el lugar vacío donde debería haber estado éste. Lloró. Ayúdame por favor, sálvalo y tomó su cartera desteñida de los 90. Al abrir la puerta, estaba frente a frente con el mostro de su hijo.

Lillo y El Fumador

Dilucidar la isotopía(1) de un texto siempre es útil a la hora del análisis, mejor aún si esta abarca más de uno. El cuadro isotópico inferido nos mostrará la constante general que el autor, intencional o no, dio a la obra y así mostrar la ley estructural del texto. Es así como en El Fumador y otros relatos nos aparecen diez relatos que traen consigo, no sólo una isotopía que se intentará dilucidar, sino que también una serie de conexiones, relaciones y diálogos intertextuales (2) que nunca dejan de ser interesante a la hora de reforzar el resultado y de rescatar algo significativo de un texto del que no se tienen muchas referencias, por no decir ninguna, del tipo que sea.

La metodología que se usará será la extracción de fragmentos representativos de tópicos comunes a los diez relatos, que serán seguidos de comentarios, para luego análisis libre de los campos semánticos (3), formulando categorías y una ley estructural del texto. Para el reforzamiento del resultado, sea cual sea, se realizarán análisis de las posibles uniones que existan, más allá del propósito central del trabajo, entre los relatos, llámense conexiones semánticas o intertextualidades (paratexualidad (4) e hipertextualidad (5)), etc. Es necesario explicar que los títulos se nombrarán como R más un número que es el orden correspondiente a la aparición del relato en el texto.

El fumador y otros relatos (Mondadori, Santiago de Chile, 2008) consta de 10 títulos (Hielo, El fumador, La felicidad, No era mi tipo, Cita, 40 caballos, Nunca he estado en Katmandú, Vida de una cachorro, Diente de león y El último cuento). Las relaciones a lo largo de los relatos del texto siempre están marcadas por el elemento interpersonal formado por relaciones desamorosas. En R2, por ejemplo, al comienzo encontramos: “Con mi mujer estábamos pasando por un periodo difícil y no sabía si nuestro matrimonio iba a seguir” (p23). En R1 encontramos la misma situación pero de una manera menos cabal: “subimos a una micro. En la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos la televisión sin volumen. Yo me quedé dormido primero.” (p18). Mientras que en R3 la relación establece una pacigüedad del conflicto, pero que concatena a otros tipos de situaciones: “Hablo de mi mujer y yo; ninguno de los dos tenía trabajo y estábamos acostados todo el día.” (p41) Se estructura así la relación interpersonal de RI, R2 Y R3 linealmente, siendo su esqueleto dos protagonistas quienes se relacionan de forma amorosa. La reiteración de este tipo de relación se establece nuevamente en R10: “- ¿Cuántos años hace?- preguntó Julia-. Desapareces de la noche a la mañana y al poco tiempo estás viviendo con otra mujer y yo me tengo que quedar con los chicos” (p125). Podemos dilucidar en los primeros relatos la tendencia a la separación, mientras que en R10 se muestra el paso de un cierto tiempo desaprovechado que no hace nada más que volver al conflicto en dicho relato. Sin embargo especifiqué lo de relación amorosa, ya que la relación se muestra como una macro constante en el texto. Sigamos viendo las relaciones entre dos personajes como únicos o centrales en los relatos.

En R5 se muestra el conflicto madre-hijo: “comenzó en un café del centro, un domingo en la tarde. Pero comenzó unos días antes, como una llamada que recibí en el colegio donde trabajaba. Era una mujer que decía ser mi madre, algo tan sorpresivo como ridículo” (p67). Al igual que en R10, existe el personaje ausente que decide volver; en este caso es la madre, la cual sólo escucha un “tú nunca exististe” (p72). En R7 el conflicto es padre-hijo: “Pensé en los años que estaba viniendo, y si la memoria no me fallaba eran más de quince años desde el día en que con mi hermana lo trajimos porque era difícil aguantarlo, hacerlo compartir con nuestras familias, oírlo quejarse en las noches como si se fuera a morir.” (p93) La ausencia se da como deseo y es el elemento que origina el conflicto al punto del aborrecimiento: “No era verdad, dejé de fumar porque en las mañanas estaba diez minutos tosiendo. No entendí por qué a mi padre no le podía contar esa pequeña historia, tal vez menoscababa el poco entendimiento que le quedaba o, lo que era más probable, no me interesaba relacionar nada mío con él excepto lo necesario, eso que aún nos convertía en familiares. ” (p93). Este tipo de relación sigue en R9, donde los estratos agenciales se invierten, siendo el padre generador del conflicto: “Se hablaba tanto de lo que les sucedía adentro a los violadores. Yo lo odié muchas veces, porque aunque mi madre trató de taparlo lo supe igual. Me avergoncé de él, quise que nunca más volviera vivir con nosotros porque a lo mejor era cierto que era un sidoso.” (p119). También existe la ausencia, como en R5. En otras palabras, en este último es la madre quien decide volver, mientras que en R9 es el padre.

En estos tres relatos notamos un periodo de ausencia (R5), una necesidad de ausencia (R7) y una vuelta a la primera (R9).

De una manera más débil encontramos en R6 conflicto padre- hijo: ”A su modo, Cecilia me convirtió en hombre mucho más de lo que hizo mi padre con sus clases de boxeo o llevándome cada tarde al gimnasio.” (p84). En el fragmento aparece una configuración lineal reversible, en donde se contrasta lo femenino/masculino, llevando la primera a concretizar a la segunda. Con respecto a lo interpersonal, el drama no es igual que en R7, pero se debe considerar como el relato anterior, no sólo por el orden establecido en todo el texto, sino por el paso a un “deseo de quebramiento de las relaciones” que posee el personaje de R7. Mismo deseo, pero justificado, tiene el personaje de R4, que además marca el inicio dentro de la estructura de El Fumador y otros relatos, del conflicto padre e hijo como también madre-hijo: “De un día para otro dejamos de ir, como si la deuda de nuestra esposa y madre estuviera pagada […] Desde aquella vez no he sabido más de él y no me importa demasiado.” (p61).

De esta manera encontramos campos semánticos que son claros a la hora de resolver una lectura del texto. Por ejemplo tenemos “periodo difícil”, “desapareces” (dirigiéndose a un tú), “oírlo quejarse”, “difícil aguantarlo”, “ninguno”, “no me interesaba”, “violadores”, “no me importa demasiado”, “menoscababa”, las cuales surgen como elemento fundamental en la conformación de lo citado. Si debemos darle una cierta categoría, sería adecuada la de INSENSIBILIDAD. Aún así sería apresurado dogmatizar a esta, por lo que debemos descubrir más categorías.

Estas relaciones se presentan entrelazadas con el tópico que sería La Muerte. En R1 lo encontramos sin producir algún giro en la tensión que causan los protagonistas. Esto se refleja en las siguientes dos citas: “Murió pasadas las cuatro. Con mi mujer lloramos en silencio y después le acercamos un espejo a la boca.” (p14) y en “-Me olvidé que tu mamá había muerto” (p16). No así se muestra en R4: “Yo sabía el resto de la historia […], pero esa vez fallé. Dejé de mirarme las manos cuando mi tía levanta el florero para descargarlo en la cabeza de mamá. […] Cualquier vida cambia con una suceso como ese, nadie queda indiferente porque nadie o casi nadie presencia el asesinato de su madre.” (p59) la muerte aparece de forma violenta, muy diferente a R1 en donde la muerte pasa desapercibida por los protagonistas, al extremo de olvidarla. Tómese en cuenta que en este último el personaje en cuestión es una anciana, mientras que en el otro es una mujer de un poco más de 40 años. También hay que extraer que en R4 el conflicto familiar llega a la violencia, la cual es el conducto por donde pasa R6, relato que retoma, luego de un pequeño receso en R5, el tópico visto: “Ahí estaba el Campeón, solo, como siempre lo había visto. Me acordé de su imagen en el camarín, sentado en la camilla con algodones en la nariz, y pensé en los motivos que tuvo para asesinar a Cecilia […]” (p88). De igual manera que en R4, R6 lleva el conflicto a la violencia en un relato donde la historia se construye en torno al boxeo.

Pero el tópico es tomado de otra manera también, considerándolo como efecto proyectivo y no-concretizante de ciertas patologías mortales. Por ejemplo en R8:

“La muchacha se despidió, pero antes de cerrar la puerta, dijo:
¿Te importaría saber algo?
No, dime.
Tengo sida. Ahora tú lo llevas. –Corrió hasta la casa y desapareció.” (p107)

El sida es el puente conector para R8 y R9. En este último, planteado en un fragmento citado anteriormente, se asimila al violador con un sidoso. Estas conexiones no son ajenas, por lo que hemos ido citando y relacionando. Pero las explicaré a continuación de los siguientes ejemplos.

En R2:

“Madrid se pasó la mano por los bigotes, y dijo:
Me estoy muriendo. –No dije nada-. Un escritor se está muriendo y tú no dices nada […] Cáncer, […] los doctores me dieron seis meses y llevo tres.” (p35)

Lo mismo sucede en R10: “Cachorro sentía que se iniciaba una conversación banal porque ninguna palabrería suelta podía reemplazar a una frase tan contundente como: <>.” (p123).

De este modo el elemento del tópico aparece directamente y se concretiza, como también no resuelve. De la primera forma pertenecen R1, R4 y R6, y de la otra, R2 y R8, siendo el cáncer el elemento repetitivo, por lo que debe relacionar a estos dos relatos con R1 que, como dijimos, se concretiza en: “El jueves mamá no pudo más. Los pies se le amontonaron y perdió la conciencia. Vino el médico y dijo que era normal, que después de algunos meses de buena cara al final el cáncer muestra la auténtica.” (p11)
Son cinco los elementos que, configurando parte importante en la trama de los relatos, conducen a la muerte. Un asesinato (R4), cuatro enfermedades terminales (RI, R2, R6 Y R8). Aún así la tragedia que causa una enfermedad no queda ausente en R3, el cual no presenta el tópico; veamos los siguientes fragmentos: “el chico me tomó de la mano y me sacó de la pieza […] sentí el frío del pasillo y me acordé de mi casa al tiempo que sentía chirriar las prótesis” (p47) y “junto al pequeño escritorio quedaron las prótesis igual que las armas después de la batalla” (p48). Tanto las enfermedades y las discapacidades conllevan desgracia.

La muerte es mostrada también como sus símiles simbólicos como sombra y oscuridad, que provoca desconocimiento y miedo. Esto se refleja como marca reiterativa en R8: “De pronto, al frenar una curva, una sombra salió de la nada y se puso en el camino” (p102); “… hasta que irrumpió una figura vestida de negro.” (p103);
“Oyó el grito a su espalda. Una sombra estaba parada junto a la camioneta, desgarbada […]- Tiene una ayudita- habló la sombra.” (p108). Hay que resaltar el carácter prosopopéyico de lo oscuro o la sombra, que sirve como instalación de diálogos con el protagonista, tales como “habló la sombra” (p108) y “le preguntó a la sombra” (p102). En R10 se presenta en “caminó hasta que oyó unos pasos atrás, dio vuelta la cabeza y vio una cabeza arropada. Se acercó a él, pero no llegó a tocarlo” (p130). Este fragmento da a conocer que la serie de relatos comienzan con el cáncer y termina en la sombra; produciendo una suerte de hermetismo temático el cual, a esta altura, se muestra como elemento básico. Además tomemos en cuenta que tanto R8 como R10, forman parte de los relatos en que “la muerte” no alcanza su finalidad, lo cual se puede traducir en una cierta cacería hacia sus respectivos protagonistas protagonista.

Tenemos una muerte expuesta (concretizada y no-concretizada) en el texto directamente, como también una simbolizada. Con esta pequeña estructura, estamos capaces de extraer algún campo semántico. Antes que todo se debe aclarar que el tópico no se establecerá como eje semántico, por su carácter explícito en este trabajo. Resaltan de los fragmentos seleccionados: “y desapareció”, “llorar”, “silencio”, “me olvidé”, “cerrar la puerta”, “conversación banal”, “me olvidé”, “frío”, y otras. Al igual que la categoría anterior, insensibilidad, acá encontramos la apatía hacia la situación mortal, un desengaño del ser “querido”. El sema compartido debe ser relacionado con la situación que provoca el tópico, por lo que INCOMPRENSIÓN, recaería en esta oportunidad. Ejemplifiquemos con una cita anterior: “Tengo sida. Ahora tú lo llevas”.
También resultaría conveniente dar cuenta de una categoría en el elemento más reiterativo en la serie: televisor. Algunos ejemplos más detallados en R1 por ser este el primero de la serie y por cumplir muchas veces la función de determinar lo que puede acontecer la tendencia semántica en los siguientes relatos: “Acostados, prendí la televisión. La miramos con el volumen cas al mínimo, haciendo zapping todo el rato” enseguida “Mamá se quejaba con la boca cerrada, sin palabras igual que la televisión” (pp12), también en “pensé que la televisión sin volumen no mostraba los velorios” (p17) y “en la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos televisión sin volumen” (p18). La primera cita muestra al televisor como propósito del no sostener el coito. Mientras que la última, refleja la falta de diálogo que conlleva la televisión, como lo expusimos en las relaciones interpersonales en un principio, más si se desarrolla en momentos como un funeral.

Ahora veamos algunos fragmentos de la infinidad que existen señalando al televisor, para luego inferir una nueva categoría: “Al llegar se desvestía rápido dejándome con la televisión prendida” (R2, p23), “Lo único que nos negamos a vender fue el televisor” (R3,p41), “Me pasó el cuchillo e intenté acordarme como lo había visto hacer en la televisión” (R3,p45), “Puso su mano en la cabeza de él y le revolvió el poco pelo que le quedaba, como lo había visto hacer en las viejas películas de la televisión” (R4,p58), “y se oían voces que no podía ser más que de un televisor” (R5,p69), “La televisión seguía sonando en alguna parte” (R5,p71), “Los combates eran cada vez más espaciado y al final terminé viéndolos por televisión” (R6,p85), “sacamos a mi padre de allí y dimos unas vueltas alrededor de la plaza antes de dejarlo en su cama con el televisor prendido” (R7,p92), “estaba con la amante una hora y veían televisión” (R8,p100), “Ingresaron a un pub, un sitio en donde él había estado algunas veces con su amante; un lugar poco iluminado, con la música algo fuerte y una pantalla gigante” (R8,p104), “<>” (R9,p113), “Prefería la televisión, decía que los libros le aburrían” (R10,p126), “Era la escena de una película sobre una pareja madura, Bergman quizá” (R10,p129). Ordenemos. La televisión es lo primordial, la escusa, la incomunicación, lo preferido, el pasatiempo de los amantes, la constante, el detalle. La televisión muestra un sinfín de significados, a primera vista. Pero hay que tomar en cuenta que el propósito no es ese, la polivalencia, sino resaltar la importancia que cumple el televisor a lo largo de toda la serie, por lo que el televisor mudo, en silencio, visto por largas horas, determina una especie de constante en los relatos siguientes para el televisor. En otras, si caracterizamos el elemento repetitivo televisor según R1 y la función que cumple en la serie, podríamos marcarlo como INCOMUNICACIÓN.

Plano del paratexto

Ahora bien, hace falta trabajar sobre las conexiones de los relatos, como ocurrió con el elemento reciente, para reforzar nuestro resultado de la estructura textual.
Si consideramos las categorías establecidas de INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN e INCOMUNICACIÓN parece abordar una antítesis el paratexto La Felicidad (R3), por lo que si no existe una paratextualidad coherente, estaríamos frente a una posible ironía.

En este texto topamos reiteradas veces con la palabra cumpleaños que, semánticamente, designa alegría. Ahora bien, primeramente se hace apto ver la conexión con los otros relatos que también portan la palabra. Por ejemplo en R4 el peso semántico de cumpleaños queda a obsoleto en el siguiente fragmento: “ahí estábamos los cuatro, los que en cada cumpleaños nos sentábamos en la misma mesa y decíamos las mismas cosas, desgranábamos los mismos comentarios baratos, esos que acompañan la mayoría de las celebraciones” (p57). También, y con una idea de contraste, en R6: “De lo que vi recuerdo a dos mujeres con una torta en la mano cantándole cumpleaños feliz a un hombre que le corrían gruesas lágrimas por las mejillas” (p87). De igual manera ocurre en R7: “La última vez [que pasearon] fue hace un par de años, cuando con mi hermana decidimos celebrar su cumpleaños en el centro. En verdad no fue el día del cumpleaños, sino el domingo siguiente o el anterior, no me acuerdo” (p32). Por lo tanto en R4 y R7 se refuta la idea paratextual de felicidad en ellos.

Agréguese también la paratextualidad existente entre el sema detrás de cumpleaños y los paratextos, los cuales portan negación: No era mi tipo y Nunca he estado en katmadú.

Volvamos a R3. La situación de este relato se constituye, primero en un hogar fragmentado, en donde sólo celebran 3 personas: “Miré la pieza, pero en ninguna parte descubrí algún objeto que indicara la existencia de un dueño de casa. Ni ropa ni fotografías ni esos objetos propios de los hombres como son las herramientas o alguna colección de autos en miniatura.” (p44); segundo, una de las tres personas sufre una discapacidad: “-Felipe- alcanzó a decir Leticia, con la boca llena, pero el chico caminaba hacia mí con sus piernas ortopédicas, parecido a un robot […]” (p46); y tercero, se expone el conflicto: “En eso Leticia le pegó al chico una cacheta en la boca y el chico soltó el llanto […]” (p45). Se observa, por lo tanto, fragmentación, discapacidad y conflicto, cuyas carga semántica desmienten al paratexto, instalando un tropo, el cual disfraza el real contenido semántico de la palabra sin ocultarlo, según Fontanier (las figuras del discurso, p67).

Otro interesante elemento paratextual lo encontramos en R8, R9 y R10. Su inter y paratextualidad está específica y explícitamente en R8 y R10. El primero nos presenta el paratexto Vida de un cachorro, en cuyo texto cachorro abre y cierra el relato: “Estaba oscuro cuando Luis subió a su camioneta con una bolsa en la mano donde había algo que se movía. Un rato antes, al llegar a su casa, vio al cachorro merodeando […]” (p99) y “Se despidió de su esposa y salió, pero cuando iba a subirse a la camioneta se le ocurrió mirar hacia abajo. El cachorro estaba ahí sacudiendo la cola, queriendo jugar con los cordones de sus zapatos” (p110). Mientras que en R10 el texto comienza con la afirmación: “-Soy yo – dijo Cachorro López” (p123). Se establece así el diálogo que los une. Agreguemos a esto la relación establecida anteriormente con respecto a la muerte: Sida (R8) y Cáncer (R10).

El otro diálogo que surge es entre estos dos relatos y R9, donde a diferencia de R8, el paratexto no se revela como un diálogo: Diente de león. Sin embargo no hay que apresurarse y decir que la hipertextualidad con R8 se da a nivel del texto, ya que este se presenta como elemento estructurador que dará origen a la competencia citacional (6), la cual permitirá decir que existe tal diálogo. A continuación dos fragmentos que nos ayudarán a esto: “debajo de una baldosa había un perro enterrado, un animal que vi en la calle la ventana de mi dormitorio” (p117), esta aclara que “mi padre bajó los ojos y arrancó uno de los dientes de león que crecía alrededor de la tumba” (p118). La relación entre perro y diente de león, es la que relaciona a manera de diálogo a perro, Vida de un cachorro y Cachorro López con Diente de león, estableciéndose relaciones de Intertextualidad en Cachorro López-perro y paratextualidad en Vida de un cachorro-Cachorro López-diente de león. Con esto, se muestra la reiteración estructural de una linealidad como la que instalamos en R1, R2 y R3. Principio y final de la serie de relatos.
Si observamos nuevamente los paratextos, podemos agregar a esta trato, aunque si bien no como paratextualidad, los semas repetitivos que dan la noción de animal: R6 (caballos), R8 (cachorro) y R9 (león).

Entonces, a nivel paratextual, se establecen relaciones inter y paratextuales que ayudan a revelar el carácter de ironía del paratexto Felicidad, con respecto a las dos categoría.

Resultados

Teníamos como primera categoría INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN como segunda, y, finalmente, INCOMUNICACIÓN. Además descubrimos que las palabras destinadas a la felicidad, son ironías. De las tres primeras categoría su constante etimológica resulta ser el prefijo IN, que según la R.A.E., indicaría negación o privación, por lo existe una negación o privación de los sentimientos, de la comprensión y de la comunicación. Lo negado es la base de las relaciones humanas, de las formas de llegar a al empatía, de lo que nos hace seres humanos, con altos y bajos. Por otra parte, la ironía se caracteriza por ser retórico, o sea, por un estar consiente de lo que se dice. En conclusión, todo aquello nos permite formular, a través del elemento dominante, que la ley estructural del texto es la deficiente necesidad de las personas, en este caso los protagonistas de cada relato, por llegar a concretizar las relaciones humanas.




Glosario de términos:

1-Isotopía: “un conjunto redundante de categorías semánticas que hace posible la lectura uniforme del relato” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.

2-Intertextualidad: “como una relación de copresencia entre dos o más textos”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).

3-Campo semántico: “es conjunto de palabras o elementos significantes con significados relacionados, debido a que comparten un núcleo de significación o rasgo semántico (sema) común y se diferencian por otra serie de rasgos semánticos distinguidores”. Roland Barthes Elementos de semiología.

4-Paratextualidad: “es entendida como la relación que el texto mantiene con los títulos, subtítulos, intertítulos, prefacios, epílogos, entre otros, llamados paratextos.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).

5-hipertextualidad: “es la relación que une a un texto B con un texto A, es
decir, supone la derivación de un texto de otro ya existente. Al texto B se le llama
Hipertexto yal texto A se le denomina hipotexto.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).

6-Competencia citacional: “Experiencia y dominio de los rasgos discursivos que permiten al lector reconocer o interpretar la dimensión intertextual en un texto.” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Osamentas

Suspiran poros la lejanía
Del sostenerse no poder solos
Así luz impía en tus piernas
Deslumbraba sed deslumbrábame
Vertical y santo paraíso inexplorado.

Llámame el deseo de tus botones
La voz de tu pecho azaroso
Que en el purgatorio de las noches ardientes
Rosales de dientes rozaran los vaivenes
Acorralando los vientres,
Nuestros hedores y crecientes
Sueños.

Allí ya te haces la despierta.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El sExO SegÚn MallArMé

Estaba frete de ella. Sabía que lo más seguro era que entendía ya mi postura sobre su cuerpo de mujer, sobre sus piernas que se cruzaban blancamente negándome la raíz que yo deseaba hacer brotar entre mis labios. Pero al negarme con su cruzamiento, comprendí que aquello también significaba el punto fijo en donde se encontraba el rubí que tenía que escarbar siguiendo nuestras subjetividades. Miraba desde sus rodillas hasta el borde de su falda (muy bien hecho por lo demás) el cual frenaba el libre albedrío de mi vista y de mis pasiones que estaban empezando a no dar argumentos para la suspensión de lo que no debía hacer y para la vuelta a la sumersión de la escapada de la vida. Miraba y me detenía. Todo empezó a desarrollarse de otra manera. El miembro endurecía y cada vez miraba más allá de donde la observación sobra y las manos necesitadamente se agitan. Se notaba el bulto que apareció entre mi entrepierna, y aquel fue el sistema que ella necesitó para hacer funcionar el roce que venía. Se acercó a mí y yo mantenía la concentración sobre su cuerpo entero, aunque esto significaba no sacarle el provecho o a sus blancas piernas, suaves a la vista, o sus pechos que se escondían bajo un juego en donde mi recepción parecía fácil y cercana ¿su rostro? Su rostro ya no me interesaba. Se puso frete de mí, las palabras no nacían, su olor era claro, su olor era madurez, su piel era joven, su todo era algodón húmedo. Puse mi mano en el arco de su espalda, sintiendo la fibra adolecente. Puse la otra mano, apoyando la palma sobre su vientre, y empecé a jugar con un apretamiento delicado de su carne. Mientras comenzaba a subir mi palma hacia el centro de sus pechos, sentí como su pelo caía en mi pelo; se desbordaba la confianza, mi libertad a hacerle mía. Sobé un par de veces su pecho estirando lentamente mis dedos hacia cada uno de sus duras firmes tetas. Rozar suave cada camino hasta llegar a la cima de sus pezones, era lo que sabía que tenía que hacer; pero las manos ya creía no necesitarlas, por lo que acerqué mi cabeza y con ella mi lengua y fui bebiendo como un pequeño felino la miel que su piel me daba. El pezón derecho había endurecido, pero nunca dejó de ser carne. Moví la lengua en un sentido, luego en el otro, en círculo sobre su botón hinchado. Enseguida comencé apretarlo intermitentemente. Su respiración llegaba al aura de mi faz. Sentía como su pecho roncaba áspero en mis mejillas. Mordí como niño su pecho izquierdo, comenzando a turnar mi boca para sus tetas. Levemente mi entrepierna sentía como la cadera de mi amante rompía con su quietud y levemente comenzaba a moverse hacia delante, en una acción que ya se escapaba de toda reglamento, de todo arrepentimiento, y que daba paso a chuparme el lóbulo como una principiante. Mi lengua parecía gustarle bajo su mentón, por lo que pensé seguir un poco más, sin embargo repentinamente tomó mi verga como su madre, con experiencia, pasando a agacharse, a abrir rápidamente el cierre y hacer un sexo oral con madurez, con profundidad y casi sin respirar. Sin lugar a dudas me había equivocado con pensar que estaba tomando el control de hacerla mía; mi subestimación estaba siendo basureada. Lo único que se me ocurrió fue tomarle el pelo y masajearlo, pero cuando estaba punto de hacerlo, el anillo que con su boca hacía en mi pene cada vez era más intenso; fue como un gustoso calambre a toda mi zona genital. Escuchaba como respiraba con su boca ocupada. No podía quedarme pasivo, por lo que estiré mi brazo y alcancé su nalga respingada. Movía la mano sobre su falda, acariciándole rápidamente su culo fibroso. Levanté su corta falda, metiéndole todos mis dedos bajo su pequeño calzón. La lisura de sus nalgas me hizo deslizarme de vez en cuando hacia su gordo corazón de carne. Metí mi largo dedo entre la zanja humedecida. Me moría por besársela y sesionarle el alma y los gritos que comenzaban a salir hacia mi verga. Mientras sus labios seguían pasando en banda hacia mi pubis, introducí en lo profundo dos dedos y los asimilé a un pene. La idea le pareció bastante bien, y sacó de mí su boca humectada y comenzó a masturbarme tan rápido como yo se lo hacía. Pareció una competencia en donde nos esforzábamos en complacer la meseta del otro. Aún así, mis movimientos los estaba haciendo con mi mayor esfuerzo, por lo que sus suspiros sonaban a más. Quise terminar con esta reciprocidad y gatille con la yema de un dedo su clítoris de forma sorpresiva. Eran empujones ascendentes que la estaban haciendo pedir la penetración por donde sea. Una y otra vez. Hacia arriba; hacia arriba. Dejó de masturbarme y se dedicó a ver con los poros mi vida en el sexo. Debía moverme de la posición que estaba y ponerme detrás de ella. Lo hice, pero sin sacar mis dedos de su vagina, que a esa altura mojaba a la propia lluvia. Al igual que ella, me agaché, abrí sus piernas, formando una tijera con dos dedos para abrir su vagina, dejé pasar tres veces mi lengua como una pluma recorriendo todo su mojado y grueso vaivén vaginal. Su desesperación fue tal que dio media vuelta y, poniéndome de pie, nos fuimos sobre su cama y a mí en particular sobre ella. Sin preámbulos anteriores, no dudé y la penetré. Sus caderas comenzaban a moverse por inercia hacia mí, hacia el cielo que golpeaba sus muslos. Mientras nuestras piernas emitían el sonido de la carne y mientras el sudor se confundía, observé que le gustaba leer a Mallarmé. Su antología se ubicaba al lado de un lápiz y una agenda color roza.

domingo, 2 de noviembre de 2008

SUBE AL JUEGO

Sube, me dijo. Esperaba que esta historia fuera mejor que la de ayer; hace rato venía guatiando mi tío en sus relatos. Esta vez subí y dentro era lo de siempre: el mismo estrecho de los asientos, la tierra y los papeles en el piso, la guantera abierta porque estaba mala. Pero también todo era diferente: la historia de mi tío, lo que me motivaba a subir al auto y acompañarlo a hacer sus trámites. Tomó el volante y se echó a andar. La Citroneta estaba en buen estado, el motor era una maravilla, apenas sonaba. La dedicación que mi tío producía en el auto era de pasión; su joya era una majestuosa loza digna de reliquia. En el camino, un par de marchas y mi tío empezó a envolverme con su nueva y distinta historia. Recuerdo que movió el retrovisor y me dijo si tenía la menor idea de qué es ser realmente un actor, diciéndole, por supuesto, que no (aunque lo supiera mi respuesta era la correcta; no me quiero ni imaginar que al decirle que sí corte su historia y el viaje se convierta en una lata). Cuando era cabro chico trabajaba en el negocio, qué tipo de negocio, no lo sé, sólo escucha. Pepe bigote, sí pepe bigote se llamaba mi empleador, el mejor vago de todo Coquimbo, el mejor gran hijo de perra del mundo. De este porte (su mano chocaba con el techo del auto) y así de ancho (si no es porque estoy yo de copiloto su brazo derecho salía por mi ventana). Era el respeto en persona en el barrio. Por ahí decían las buenas lenguas que vivía con tres mujeres y uno como es pendejo lo primero que me imaginaba eran tres mujeres iguales a él con labores repartidas en el hogar del pepe bigote (No lo sé, creo que era lo más lógico aunque haya sido un simple comentario de niño) y cuando le comentaba a mi mejor amigo, que ahora no recuerdo su nombre, este me decía que me callara, no fuera que por ahí me escuchara y me arrepintiera luego de haber dicho tamaña cosa, qué cosa, no lo sé, sólo escucha. Por la tarde de un día me senté a esperar a los muchachos e ir a lanzar piedra al techo de la iglesia para que saliera el cura extranjero, al cual le faltaba tres cuartas parte de riñón. Era un chiste el anciano. De pronto una mano apareció desde mi nuca y se interpuso frete de mí. Hacía bastante calor y un trozo de sandía ofrecido por el gigante, una jugosa y rojiza sandía, no me era para nada mala, a si es que antes de pensar la acepté. Ven, me dijo. ¿Entró a su casa? ¿Vio a las mujeres? ¿Eran más de tres? Sí, sí qué le dije, eran tres, tres mujeres como nunca había visto, eso es, nunca había visto unas caderas que desaparecieran en el contorno, en los varios contornos que adornaban sus gordo cuerpos, ¡dignas tres gracias (pero los ojos de mi tío eran de sin-gracia) de Botero! Entonces eran como te las imaginabas, pues tío, no… bueno sí, pero no. Y llegamos al destino. Decidí esperarlo dentro de la citro mientras el tramitaba. De lejos podía ver al sujeto detrás de mi tío, del relatador de historias, el verdadero. Subió y nos marchamos.
Ya, ¿y? “y” qué, sí pero no, tío. Pasó a segunda y siguió. Lo que pasa es que las tres eran sus hermanas y no sus mujeres como me lo imaginaba. Cuatro hermanos gigantes en vez de uno. Al entrar estaban recogiendo los platos del almuerzo y se detuvieron al verme entrar y luego continuaron en su trabajo por lo menos una media hora. Me senté en el sillón, pepe bigote fue al fondo de su pieza y ahí permaneció por lo menso una hora. Yo por el rato me entretuve jugando con una chihuahua que los hermanos tenían de mascota. Se notaba que era cachorro, y un cachorro muy pulguiento; los hermanos no perdían el tiempo en otra cosa que no fuera el buen comer parece. Maté, recuerdo, unas diez o quince pulgas y de recompensa me lengüeteaba toda la cara, pero en lo que más me entretenía era cuando incentivaba a que se mordiera la cola como un trompo. Luego las pulgas me empezaron a hacer efecto: me había comenzado a picar donde no quería que me picaran. Me preparaba a rascarme los desesperados cocos cuando en una de esas del fondo aparece pepe bigote. De un salto me paré para que no me viera con las manos metidas en el pantalón, y fue en aquello cuando vi fuera de la casa un automóvil con un tipo bajándose y abriendo la reja con dirección hacia nosotros, mientras uno, al parecer uno más joven, mucho más joven, sentado de copiloto tratando de ver con el sol en contra al otro usando su mano de visera. Desesperado, Pepe bigote me tomó con un brazo, como el tentáculo desproporcionado de un pulpo, y me llevó a la pieza en donde se encontraban las hermanas durmiendo una siesta bajo un carnaval de ronquidos. Me lanzó y se devolvió aprisa cerrando la puerta. Reboté en una y fui a dar, en un segundo rebote, en los senos de otra. Me di cuenta que no se percataron de lo que estaba pasando ni de mi llegada desde el cielo. Era niño pero no gil, y tenía bajo mi cuerpo la oportunidad, una gran oportunidad, de acariciar la teta de una mujer. No me importaba si era fea o bella, lampiña o velluda, atea o creyente; la oportunidad estaba y me hubiese pasado de estúpido si no la aprovechaba. Estiré su blusa hacia abajo tratando de tomar con ella su sostén y lanzarme bajo la desesperación de un púber novel a besar toda su gorda y sudada teta. Pero no había para qué hacer aquello: la hermana dormía sin su sostén (quizá no existan sostenes tan grandes), entonces me senté en la cima de estómago, me arrodillé y contemplé dos enormes botones hinchados que sobrepasaban la firmeza de su blusa ¿pezones, tío? No me respondió. Frenó la citro y bajó nuevamente. Sin darme cuenta la gorda ya casi me había hecho blanquear los pantalones. Pues tenía que bajar mi verga, no vaya a hacer que mi tío cuando se devuelva y suba me vea los pantalones y de pasada mi bulto con un tamaño fuera de lo común. Comencé a pensar en cosas que no estuvieran relacionadas con el sexo, empecé a perder la vista hacia fuera, hacia donde estaba mi tío. Éste conversaba con dos mujeres muy guapas, y como a mi tío no le faltaban bromas, las mujeres sonreían y dejaban ver aún más sus bellezas. Un par de segundos después subió mi tío con las mujeres a la citro. Desde el arranque pasaron un par de minutos sin que ninguno de los cuatro hablara, pero no lo encontraba para nada malo; me hubiese incomodado demasiado que continuara contando la historia con la poética con que lo estaba haciendo estando las dos mujeres presente. Entre medio del silencio me moría de ganas de entablar algún tipo de diálogo con alguna de las dos. Sentía el perfume que traían, podía imaginarme sus labios pintados de rojo y una suave capa de polvo en sus rostros. Las ganas eran mayores y sentía que debía hacerlo, era mi oportunidad y no podía dejarla pasar (me imaginaba horas después contándoles a mis amigos que estuve con dos mujeres en un pequeño auto observándoles sus magnas bellezas). Sentía como hablaban detrás de mí unas pequeñas voces, susurros de menta, de sensualidad, susurros de vida y de muerte desesperad, susurros que me clavaban el cuello y la entrepierna. Hablarles o despreciar la vida. Moví los labios pero fue la voz de mi tío la que escuché. Ninguna de estas dos chicas tienen pezones como los de la hermana, te lo aseguro, si apenas cabía uno en mi boca. Después de un rato de sentirme como un bebé, tenía una verga de miedo que debía sacar e introducírsela en la boca; ya no me importaba si despertaban las tres, yo sólo quería mojar con saliva esta cosa (se tocó las bolas y a esa altura ya dudaba de la pulcritud de las mujeres). En el momento que acariciaba su boca intentándola abrir, afirmándome la polera con las dos manos, sentí cerrar fuertemente una puerta y al segundo el rugir de un motor. Enseguida recordé que también existía pepe bigote y decidí dejar de lado lo que estaba haciendo e irme lo más rápido de la casa ahorrándome cualquier represalia. Mientras salía sin meter ruido alguno, observé ligeramente que pepe bigote estaba concentrado mirando hacia fuera desde la ventana, por lo que salí saltándome el muro del patio ¿Pero por qué mi tío había subido a estas dos mujeres? ¿Eran realmente putas? ¿Engañaba a mi tía pagando por sexo? Creo que pasaron por lo menos una semana para volver a ver a pepe bigote. Iba caminando y se me cruzó. Alcé la cara y lo saludé intentando decir que ese día nada había pasado, que a las gordas nada les había ocurrido, pero no e reconoció, sólo me miró e hizo un gesto de amabilidad. Pepe bigote, soy el del otro día ¿te acuerdas? ¿cómo están tus hermanas? Se detuvo, sacó de su enrome chaqueta de cuero una cajetilla y de esta un cigarrillo, lo puso en su boca y me dijo sin gesticular ningún músculo facial si me gustaría ir nuevamente. No lo pensé dos veces. Perdón, interrumpió inesperadamente una de las mujeres, a la izquierda, frente al portón blanco, sí, en la casa roja. No aguanté y miré las nalgas apretadas de las mujeres cuando pasaban por el asiento de mi tío hacia el exterior: rojos y blancos; corazones y transparencias. Cuando mi tío se estaba bajando del auto para salir junto a las mujeres, me alcanzó a decir que no dejó de venir por lo menos hasta que cumplió dieciocho.
No me podía quedar en esta ocasión dentro de la citro, pero primero quise asegurarme a qué lugar habíamos llegado, a si es que empecé a mirar y como el sol estaba un poco fuerte me ayudé con la mano. Nada raro. Bajé y lo acompañé. Ya adentro, mi tío se detuvo y las mujeres le dijeron que esperara, que verían si lo puede ver, a lo que mi tío respondió con una sonrisa de confortabilidad okey.
El interior de la casa era un bombardeo de colores silvestres. Todo daba la impresión de comodidad; sus alfombras tapizaban casi todo lo que uno veía. Las cortinas, el suelo, los candelabros (judíos si no me equivoco), lámparas y hasta una gruesa capa de humo se alineaban para dar paso a una armonía que desde el primer paso dentro me hizo sentir un frecuente visitante de aquel hogar. Me adentré a lo que a primera sensación era desconocido para mí. Avancé por un pasillo que me llevó a una sala de estar en donde se encontraba una persona sentada en una silla de ruedas al lado de una ventana con vista a la calle. Me daba la espalda pero se notaba su contextura un poco excesiva; sobrepasaba los límites de la silla de ruedas fácilmente. Me quedé parado en la entrada de la sala mientras mi tío se acercaba al sujeto. Se detuvo a su lado y le habló al oído por un momento breve. Pasó un momento en que no se dijo nada en la sala; y la soledad pasó a reinar junto con la comodidad. Mientras tanto empecé a observar las fotografías puestas en cada una de las paredes las paredes que rodeaban a mi tío. Había una en donde deduje aparecía el tipo de la silla, pero sin esta, sentado con un perro bastante grande a su lado; el gordo se veía feliz. Otra estaba un poco deteriorada, pero aún así se alcanzaba a notar tres grandes manchas negras, de las cuales no quiero levantar comentario alguno. Pero una, una foto fue la que me dejó en el abismo del misterio; era una foto normal si no hubiese sido por el trozo que le faltaba. La toma fue desde la casa que está allá en frente ¿la ves por la ventana? Ve; asómate, fue lo que me dijo mi tío sorprendiéndome mirando la fotografía cavilosamente. Fui hacia donde me decía, deteniéndome justo en el lugar donde había estado hace un momento el gordo ensillado. Con olor a viejo y a sudor en ese metro cuadrado, eché un vistazo hacia donde estaba nuestra citroneta en la calle. Raúl me la tomó desde ese lugar, justo donde está la citro, me dijo bajando el tono de su voz, fue el día cuando me largué a trabajar para al norte por 40 años. Tres días después de mi desaparición, sus hermanas murieron; yo sabía el desenlace, casi no tuvo fuerza para soltar esas palabras. Supongo que eso explica la rabia que llevó a Raúl, el buen hombre Raúl, para llegar a sacarme de esa foto. Pero tío ¿no hubiese sido mejor no poner la foto? Raúl es de aquellos que piensa que olvidar es la debilidad más grande que pueda tener el hombre; el camino más difícil es cerrar, pero no sellar, ¿me entiendes? ¿Me entiendes?, esa palabra me resonó por unos segundos un millón de veces, pero no pensaba en ella, sino que pensaba en lo que mis ojos miraban: los espacios vacíos no existen.
Esperamos, sentados en el sillón, uno al lado del otro. Mi tío sabía que algo me pasaba; yo sabía que me miraba de vez en cuando en mi silencio. Necesitaba esperar al anciano obeso para ¿descubrir algo? No lo sé, pero necesitaba verlo. Una hora después, no aparecía todavía y mi tío (no sé si para romper el silencio que nos merodeaba y que, sin lugar a dudas, lo estaba poniendo nervioso) me dijo en donde habíamos quedado, pero yo, sinceramente, no me acordaba de nada. Le pregunté: ¿de qué murieron? Pero nunca me respondió. Una hora más después, nos largábamos de la casa aburridos de esperar al anciano. Mientras nos dábamos la vuelta, mi tío me dijo apuntando con el dedo hacia la ventana, mira. Bajé el vidrio. El rostro del anciano se podía ver claramente: pena, gordura y vejez auspiciaban la que se mostraba casi segura como la muerte. Poco a poco nos fuimos alejando y poco a poco el sol fue blanqueando el rostro del anciano hasta desaparecerlo de mi vista. Al doblar en la esquina, fugazmente vi y a mi tío riendo y entrando a la casa una y otra vez junto conmigo. Miré a mi tío y me dijo, no distinguiendo pregunta de afirmación: puedes llenarlos.