sábado, 11 de octubre de 2008

DeSoLaCióN

Las circunstancia que uno pensaba que podían ser las menores con respecto a la influencia negativa que estas podían traer, ya se pierden lejos de nuestras manos, o sólo de las mías. Sí, si hubiese sabido que este punto llegaría, otro gallito estaría cantando. Recuerdo haber visto al toño por primera vez en la caleta, junto con unos amigos comiéndose un mariscal rodeado de gatos y perros. Yo estaba parada – bueno, no recuerdo si parado o parada: a las nueve dejo de trabajar siempre – con María la Lady fumándonos un pito de hoja – siempre hace bien uno antes de ir a dormir- , y una lata de Báltica, un poco tibia, pero letal para la secreción de la marihuana. El sol, ese sol, recuerdo como pegaba ese sol. Los bolas expuestas al sol de la mañana, después de que te las hayan chupado todo la noche un sinfín de tipos alcoholizados, si que son de temer para la ecología. Mientras aguantaba el humo dentro de los pulmones, una voz común y sin gracia, algo amanecida por la lamentación de la garganta, pidió sacarse una foto con nosotras. Sabía que no era muy usual ver a dos maricones en la caleta fumando marihuana y fermentando de lo lindo. Mentira. Es común. Y por ser común sea el hecho de habernos sentido importantes y haber aceptado. Era un grupito de cinco, de platita, rubiecitos y con los ojos bien rojos. Después de las fotos entablamos un par de temas de conversación, no recuerdo muy bien qué cosa, pero hablamos. No voy a mentir diciendo que tuve onda con el toño inmediatamente de haberlo conocido, pero para tirar no se necesita tener onda ¿o no?. Unas rocas más allá, donde era difícil que se viera, nos sirvió. La cosa fue un algo sin gracia, un desperdicio de tiempo. Una chupada y una metida, eso y nada más, aunque a veces me pongo a pensar para qué más, si ese día era el final de un día habitual de trabajo, pero quizá me lamenté por haber sido gratis y porque era una rubiecito con una tabla de envidiar. Pero no fue de mis mejores conquistas, incluso de esa pura noche. Después de salir de las piedras, me percaté que mi espalda estaba llena de mierda y que el conchetumare había acabado en el pantalón. Un poco más allá todavía estaban los demás; María la Lady no. El grupo se fue y me dejó sola. Al toño se lo llevaron mal, estaba con la tele apagada y vomitaba el mariscal. Fue muy chistoso verlo.
El la casa, nuevamente en la casa, veía tele y esta me prohibía irme a bañar. Sabía que lo necesitaba, pero justo daban una noticia sobre el posible término del proyecto del genoma humano. Dormí un poco, tomé té y dos panes con palta. Vino el Richard a decirme que todavía me amaba, pero le cerré la puerta en la cara con algo de dignidad. Me afeité la cruel patilla y escribí un poema. Más tarde tuve que volver a la pega. Doce en punto y con mucho sueño, dibujado en la esquina con L a Negra Colales. Esa noche fue más o menos bien, seis huachitos cayeron en este culito. En la tarde, con platita en los bolsillos, escribí tres poemas y un cuento. Era al parecer que la plata me motivaba a escribir, pero sé que no lo hago por ella; el dinero me ponía feliz, bueno, en realidad tirar y el dinero, pero no tirar por dinero. Al cerrar el cuaderno, se subió un gato pequeño, negro y con un poco de arestín. Me acordé. Era el puto toño, mi toñito, como ya lo estaba pensando, cuyos movimientos desapercibidos sobre las rocas me había dejado feliz como puta virgen, aún sabía que fue por una cosa de los efectos solamente. Me daba lo mismo, no lo había disfrutado en ese momento, pero ahora lo disfrutaba, y mucho. Y fue así como estuve acordándome de él, escribiendo poemas y cuentos y trabajando toda la noche. Alcancé a escribirle sesenta y cinco poemas y cinco cuentos, además de dos pero inspirados en el gato, más que más fue este que me llevó a pensar en toño. Dos cosas sabía seguro, primero, que lo que había pasado nuca más iba a pasar, no porque no lo quiera y no se vaya a dar la oportunidad de nuevo, sino porque esta cosa es la vida real y no un simple cuento o película kusturikiana, y segundo, el que estaba consiente que el recuerdo de toño estaba por estar y hacerme ser, y no estaba por estar o siendo por estar-me. Era feliz.
A través de un amiga que trabajaba el Neruda con Videla, haya bajo en el centro, compré un montón de películas para ocupar más los ratos libres, lo malo era que terminé con una dolor de cuello tremendo por estar viéndolas recostado en mi cama de guata. En un mes vi cerca de cincuenta y cinco películas – lo puedo decir si buenas o malas, porque no las sé distinguir. Al segundo mes bajé mis cantidades porque le pedí a mi amiga que me consiguiera películas menos usuales. Al tercer mes de películas me cayeron las primeras lágrimas por los movimientos de cámaras y ya no por la trama. Había afinado el ojo, pero había dejado de escribir. Al cuarto mes escribía y veía películas. Dormía cinco horas y trabajaba cinco en vez de toda la noche. Cuando bajaba a trabajar las chiquillas me reprochaban aquello, decía que si seguía trabajando tan poco, que me iban a correr, no por la amistad, sino por la conveniencia del dinero, a si es esta cosa, me decían. A esas alturas mi pieza ya no era pieza, parecía un chiquero de cultura, incluso estaba durmiendo sobre un montón de libros porque mi cama había desaparecido por el peso de mantenerme todo el día echado viendo películas y escribiendo de guata. Paso un año y sobrevivía con unos ahorritos: me había quitado la calle y todas las demás estaba ya ocupadas por putas y pares más jóvenes, además de los niños. Pero toño, quién era toño a esas alturas. Para mí eran mis libros, mis maletas de películas y los miles de poemas y cuentos que había escrito. El gato era grande y se marchó. Siempre estaba buscándome, por preocupación me gustaría pensar. Un día cuando volví del centro, me encontré con Richard dentro de mi pieza, leyendo algunos de mis cuentos, creo. Me impresionó mucho su aspecto, casi parecía alguien normal. Están bellos, me dijo. Lo único a que atiné, fue a sentarme a su lado y limpiarle un poco la saliva. Dijo que nunca me había dejado de amar y que él sabía como era y que ojalá aquello no fuera un impedimento para que estuviéramos juntos. Me vino a la memoria los tres días que habíamos estados juntos y que terminaron porque lo encontré ensartado con su perro. Maraco, pero no tan loco. Y así fue como alcancé a estar dos días viviendo acostas de Richard, de su pensión por una deficiencia mental. Tenía que volver a trabajar, además alguien como yo se acostumbra a tener el ano ocupado, y eso es por gusto, claro. Entonces bajé a la caleta y mientras saludaba un par de amistades vi al toño. Guapo y de una compostura de envidiar, este hijo de puta paseaba de la mano con su novia, supongo. Y sin esperar más saqué un par de poemas que llevaba en los bolsillos – gracias a dios que eran los mejores… bueno, lo más seguro que inconcientemente los traía conmigo por si esta oportunidad se llegaba a presentar, pero no sólo con el toño, sino con cualquier amorío que se presente- y me dirigí a él. Hola, toño, sabía que mi voz la reconocería, es mi marca laboral. Y fue cuando me percaté de la manera en que estaba vestida, me había recién acordado que estaba ahí para recuperar el trabajo y no para otra cosa. Aún así prefiero aclarar una cosa, soy maraco, bien, pero eso no me hace una persona poco empática. Sabía que mi pinta impactaría a toño, aunque hubiese sido así como nos conocimos. En fin, ya me había dirigido a él. No me contestó, ni siquiera le vi un gesto. ¿Se llamaba toño? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué me tomas del hombro?, me dijo un poco colérico. Fue mi decepción. Disculpa, le dije dejando salir mi voz real hundida en las aguas. Hice un vacío en el mundo circundante y tomé toda mi cara con las manos. Ahí reventaron las risas de todos esos tipos, humanamente mis amigos, que rompían el extrañamiento de mi espacio. Vi mi mano, estaba negra, la pintura corría. Estaba llorando sin sentirlo. Corrí lejos, lo más lejos de todos y todos. Ahora cuando recuerdo ese día, corriendo, apenas corriendo con la falda apretándome, llorando con dirección al depósito de mis lágrimas al mar, río.