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lunes, 14 de febrero de 2011
UN DÍA A LA VEZ
Estoy viendo la luz, se va despegando de mi rostro. Ya no siento frío, el calor se apodera poco a poco de mi cuerpo, casi como una nostalgia que no recuerdo de dónde viene. Escucho a un tipo de negro glorificándome, sollozos falsos y otros reales, seguro de mi familia, sollozos que duelen de una manera vacía en mi vientre. Me declaran un ser vivo, un ser que puede superar los límites, un ser con esperanza. Enseguida sostengo muchísimas manos, manos cálidas que llevan mi sangre y que sostienen mi vida alejada del retorno. Ahí está mi sobrina, primero ríe junto a mí, pero luego se aleja, se va a un rincón, sin hablarme, no sé si es por miedo a mi apariencia, el choque de su niñez con la vida de los adultos, con sus problemas. Siento otras manos, están por mi cuerpo, las siento frías, no son como las anteriores. Puedo sentir que han devuelto algo de mí. Son manos amigas, las quiero. ¿Pero por qué todos están preocupados? ¿por qué todos lloran nuevamente? Mis ojeras desparecen, mi cabello vuelve, mi rostro cambia. Los vecinos, mis amigos, mi familia, la gente en general, me desea suerte. Y mi novia, ¿dónde está?, ¿quién la ha visto? Ah! Gracias a Dios, ahí está, siempre a mi lado. Les cuento que mi novia ha regresado del sur inesperadamente, ¡una sorpresa! Ella ama las sorpresas. Pero de todas formas la veo extraña, no quiere hablarme, ni mucho menos mirarme. Toco mi rostro, comienzo a sentir como nace la carne sobre él y cómo engorda, casi parezco un bebé. Mi cuerpo se endurece, mi familia me repite muchas veces “todo estará bien; seguirá siendo igual”, mi novia comienza a hablarme (lo sabía) incluso reafirma a cada rato su amor por mí “nunca te dejaré, nunca te dejaré”. Todo es perfecto, a no ser por un pequeño dolor en mi estómago, casi un malestar. En fin. Ahora en casa, mi sobrina juega por el patio, mientras yo, mi novia y la familia completa, charlamos del fututo.
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miércoles, 22 de diciembre de 2010
Buscando a Gustav
No hubiese querido nunca despertar, pero ahí estuve, despegando las negras sábanas de su cama de mi mejilla, sin ánimo de nada, incluso de pensar que sería delicioso seguir durmiendo junto a él, en esa cama esponjosa que me hundía hacia su fibroso y esbelto cuerpo onírico. Tenías ganas de café, tenía ganas sentirme una mujer satisfecha, sentarme sobre el balcón y mirar la Rue Pierre et Marie desde un octavo piso parisino y estar anclada al pensamiento de aquellos orgasmos que olvidaban las manchadas copas de vino tiradas en el suelo y que retumbaban de manera perturbante en mi cabeza. Olí mi cabello, el cigarrillo prensaba mi chasquilla hecha con tanta delicadez horas antes de entrar a esta casa que ya sentía como mía, mía en tan sólo una fiesta. No quise mirar hacia atrás, así como aquella mujer miserable que terminó girando apropósito su vista y de paso anclando su vida al mar. Al contrario, yo quería mantener intacta y alejada de la contaminación que tienen los sentidos, la imagen de sus brazos fuertes abrasando mi espalda mientras su firme cadera movía todo mi cuerpo, mi mundo. Observé rápidamente la habitación. Quería mi café matutino. Avancé hacia la sala central, todo estaba sucio y juro que podría haber limpiado todo en un minuto, sólo motivada por aquella conjugada alegría en el placer que tenía. Pero yo no quería a Gustav por tan sólo una noche, lo quería por más tiempo junto a mí, no sólo en el sexo, no sólo con su ronco quejido evaporizando mi oído mientras pasa su gruesa mano por mis senos (¡Mierda! Podía sentir sus engañosos finos labios en mis ya adormecidos pezones) y no sólo en un deshacer de pudores, sino que como pareja, como el francés que toda chilena pensó amar y hacer entrelazar sus vidas y sus culturas en una familia. De mi mano lo quería yo y enseñarle como una latinoamericana ama, enseñarle a dejar el miedo del prejuicio y llegar a sentir su voz diciéndome que era feliz a mi lado. Pero limpiar todo significaba decir que lo amaba desde hace tiempo, y yo jamás busqué aquello, él debía amarme primero, de igual manera que él debía seducirme primero para yo hacerlo enseguida, tal cual había ocurrido por la noche. Querer algo no significa avandonarse, hay algo que debe permanecer, pues si viertes todo en el otro, ese aquel no encontrará amor en una. Cuando el amor va, el amor que espera viene precipitadamente al vacío, auto encontrándose solo. Tomé un cigarrillo que salía como una tentativa lengua desde un paquete de Camel sobre el mueble. Ahí estaba la fotografía. Aparecía Carolina, mi mejor amiga, y Gustav, juntos y besándose sobre un puente en Praga. Carolina llevaba puesto los aretes que le regalé el día que partió a Francia, hacia ya un año. Cómo yo podía saber que su novio iba a raspar mis arterias de la seducción al verlo, expulsando y al mismo tiempo aspirando la sangre que ardía cada vez que él hablaba buscando mis repuestas en un francés mucho mejor que el de Carolina (aún no sé como estando doce largos meses en Paris no haya podido llegar siquiera a un acento de emigrante residente). Miré su foto detenidamente, de ahí miré en mis recuerdos, miré un sonido de llamada sobre mi celular, muchas cifras, extranjero, dije, pensando inmediatamente en ella. Continué mirando todo el largo mueble cargado de recuerdos de viajes y de amigos en los cuales yo no estaba; amigos que ella había hecho en este último año. Seguí recordando a Carolina y sus llamadas telefónicas que insistían en que fuera y en que reviviéramos juntas nuestra historia de amistad chilena; ahora desde otro continente. Sé que es la ciudad que muchos aman, pero hay que atreverse a pasar una temporada en el infierno que es Paris por verano para tomar una decisión rápidamente. De todos modos acepté.
Carolina siempre me había parecido demasiada pegada a mí, era mi amiga y ahí recaía el argumento para no dejarla de lado nunca, para no decirle somos diferente, yo soy independiente incluso hasta de mi misma a veces, mientras tú, mientras tú, mientras tú, y así terminaba todo siempre, sólo en mi cabeza. Recuerdo que siempre me habían gustado sus novios, y cuando digo sus novios hablo de muchos. Carolina tiene belleza natural. A veces sola en mi cuarto, hacía una lista con los diferentes atractivos de Carolina que hacían trastornar a los hombres, y si tengo que reconocer algo, ese algo es que al hacer esa lista, al enumerarlos en jerarquía, siempre fue por un intento de buscar qué cosas imitar de ella. Claro, la lista era difícil siendo Carolina el prototipo. Siempre hacía y desasía aquella lista cobijada sólo en mi cabeza. A veces llegaba a listas que me satisfacían enormemente, y que llevaban a pensar que el instructivo de belleza estaba listo, pero faltaba nada mas estar frente a ella y detenerme en su rostro por un instante, para eliminar todo lo planeado y enviarme nuevamente a su sombra. En mi lista, un día estaban sus dientes delanteros separados delicadamente y que marcaban su sonrisa e hinchaban aquellos labios que podían engrosar por sí solos cualquier palabra salida a través de ellos. Otros días estaban sus ojos, reflejos de los ojos de Gustav; eran el cielo y mar en un permanente observar. Así estaba yo en un constante armar y desarmar de sus cualidades. Sin embargo Carolina carecía de seducción y pecaba de confianza hacia su amiga, hacia mí. Debo reconocer que de la misma manera cuando sentía santo placer al acostarme con sus novios, sentía fuertemente en mí el peso de su linda persona, de su amistad, y me dolía bastante. El peso de mis actos, era el peso de pérdida de sinceridad de las mujeres frente a los hombres.
Tomé el tazón de café y me senté en el sofá. Podía escuchar las risas entre los bailes de a noche, las frases en español mal construidas por los franceses amigos de Gustav que intentaban seducirme y, entre aquellas, la mirada de él que buscaba algo diferente en su vida, no a una Carolina careciente de independencia dando problemas y más problemas en un estado etílico que justificaba de manera absurda por mi llegada a Paris. Sabía que Gustav no quería eso. Conocía a los hombres y, mejor aún, a los hombres de Carolina. Me paré y me dirigí al baño, quería ver evidencias del mal estado de Carolina, quería buscar argumentos que me llevaran a no sentirme la misma perra mujer que en Chile seducía y amaba a los hombres de su amiga. Sin embargo antes de llegar a la puerta, mis recuerdos me habían dejado. Volví al sofá y seguí bebiendo el café. Hice memoria y vino en mí Gustav nuevamente. Podía besarlo en el pensamiento, podía afirmar su espalda que sentí menuda y mojada agitándose sobre mi cuerpo, soltar su cabellera y desordenar su pelo mientras su cabeza bajaba y tocaba con la lengua mi emancipada alma. Dejé el café y comencé a jugar con mis dedos y con los recuerdos, quería mojarme en un precalentamiento que me llevaría de vuelta a la habitación, despertar a Gustav y hacer el amor de una manera simbólica que llevaría a sellar nuestra relación. Todo se oscureció, se encendieron a medias las luces, volvió el humo, volvió la fiesta. A los lados tenía a los franchutes. A lo lejos vi a Gustav levantarse desde su silla e irse enfadado. Carolina desparecía constantemente. La firme carne golpeaba mis muslos y mis gemidos se perdían en otros gemidos. Pasé de la excitación al miedo, a ese abismo de los recuerdos vagos que ocultaban otros orgasmos. Me vi bebiendo y bebiendo, enfurecida por la partida de Gustav. Una nueva y suave carne continuó golpeando mis muslos. Recordé una seducción solapada que buscábame perfectamente desatando los nudos en los cuales sostenía mi cordura. Bajé al miedo. Debía volver a la pieza, buscar a Gustav y refugiarme en su voz, en su pecho, en su protección y escuchar que era él. O quizás necesitaba entrar y justificarme bajo su elección. Sin embargo sé que entré sólo para ratificarme como mujer.
Comencé avanzar. Sobre mi espalda llevaba el peso del sexo de todos los novios de Carolina, y, como paradoja, llevaba en mi cuerpo los orgasmos de ella, como una forma de redención hacia mi culpa. Abrí la puerta, y al mismo tiempo escuché el grito de Gustav que avisaba su regreso a casa. Observé las copas manchadas de vino nuevamente. Al lado de éstos, estaban los aretes que había regalado a Carolina, mi amiga, esa mujer que yacía sobre la cama semicubierta y rociando al aire un redondo pecho pálido sobre las negras sábanas de la cama.
Carolina siempre me había parecido demasiada pegada a mí, era mi amiga y ahí recaía el argumento para no dejarla de lado nunca, para no decirle somos diferente, yo soy independiente incluso hasta de mi misma a veces, mientras tú, mientras tú, mientras tú, y así terminaba todo siempre, sólo en mi cabeza. Recuerdo que siempre me habían gustado sus novios, y cuando digo sus novios hablo de muchos. Carolina tiene belleza natural. A veces sola en mi cuarto, hacía una lista con los diferentes atractivos de Carolina que hacían trastornar a los hombres, y si tengo que reconocer algo, ese algo es que al hacer esa lista, al enumerarlos en jerarquía, siempre fue por un intento de buscar qué cosas imitar de ella. Claro, la lista era difícil siendo Carolina el prototipo. Siempre hacía y desasía aquella lista cobijada sólo en mi cabeza. A veces llegaba a listas que me satisfacían enormemente, y que llevaban a pensar que el instructivo de belleza estaba listo, pero faltaba nada mas estar frente a ella y detenerme en su rostro por un instante, para eliminar todo lo planeado y enviarme nuevamente a su sombra. En mi lista, un día estaban sus dientes delanteros separados delicadamente y que marcaban su sonrisa e hinchaban aquellos labios que podían engrosar por sí solos cualquier palabra salida a través de ellos. Otros días estaban sus ojos, reflejos de los ojos de Gustav; eran el cielo y mar en un permanente observar. Así estaba yo en un constante armar y desarmar de sus cualidades. Sin embargo Carolina carecía de seducción y pecaba de confianza hacia su amiga, hacia mí. Debo reconocer que de la misma manera cuando sentía santo placer al acostarme con sus novios, sentía fuertemente en mí el peso de su linda persona, de su amistad, y me dolía bastante. El peso de mis actos, era el peso de pérdida de sinceridad de las mujeres frente a los hombres.
Tomé el tazón de café y me senté en el sofá. Podía escuchar las risas entre los bailes de a noche, las frases en español mal construidas por los franceses amigos de Gustav que intentaban seducirme y, entre aquellas, la mirada de él que buscaba algo diferente en su vida, no a una Carolina careciente de independencia dando problemas y más problemas en un estado etílico que justificaba de manera absurda por mi llegada a Paris. Sabía que Gustav no quería eso. Conocía a los hombres y, mejor aún, a los hombres de Carolina. Me paré y me dirigí al baño, quería ver evidencias del mal estado de Carolina, quería buscar argumentos que me llevaran a no sentirme la misma perra mujer que en Chile seducía y amaba a los hombres de su amiga. Sin embargo antes de llegar a la puerta, mis recuerdos me habían dejado. Volví al sofá y seguí bebiendo el café. Hice memoria y vino en mí Gustav nuevamente. Podía besarlo en el pensamiento, podía afirmar su espalda que sentí menuda y mojada agitándose sobre mi cuerpo, soltar su cabellera y desordenar su pelo mientras su cabeza bajaba y tocaba con la lengua mi emancipada alma. Dejé el café y comencé a jugar con mis dedos y con los recuerdos, quería mojarme en un precalentamiento que me llevaría de vuelta a la habitación, despertar a Gustav y hacer el amor de una manera simbólica que llevaría a sellar nuestra relación. Todo se oscureció, se encendieron a medias las luces, volvió el humo, volvió la fiesta. A los lados tenía a los franchutes. A lo lejos vi a Gustav levantarse desde su silla e irse enfadado. Carolina desparecía constantemente. La firme carne golpeaba mis muslos y mis gemidos se perdían en otros gemidos. Pasé de la excitación al miedo, a ese abismo de los recuerdos vagos que ocultaban otros orgasmos. Me vi bebiendo y bebiendo, enfurecida por la partida de Gustav. Una nueva y suave carne continuó golpeando mis muslos. Recordé una seducción solapada que buscábame perfectamente desatando los nudos en los cuales sostenía mi cordura. Bajé al miedo. Debía volver a la pieza, buscar a Gustav y refugiarme en su voz, en su pecho, en su protección y escuchar que era él. O quizás necesitaba entrar y justificarme bajo su elección. Sin embargo sé que entré sólo para ratificarme como mujer.
Comencé avanzar. Sobre mi espalda llevaba el peso del sexo de todos los novios de Carolina, y, como paradoja, llevaba en mi cuerpo los orgasmos de ella, como una forma de redención hacia mi culpa. Abrí la puerta, y al mismo tiempo escuché el grito de Gustav que avisaba su regreso a casa. Observé las copas manchadas de vino nuevamente. Al lado de éstos, estaban los aretes que había regalado a Carolina, mi amiga, esa mujer que yacía sobre la cama semicubierta y rociando al aire un redondo pecho pálido sobre las negras sábanas de la cama.
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lunes, 10 de mayo de 2010
Magnum
Esto no debería transgredirme mucho tiempo. Pido otro vaso de vino e indiscutiblemente su rostro invade mi tranquilidad y el cariño de mis comensales. No puedo negarme a pensar mi vida hace un mes, regodeando el zaceo de la vida sin la preocupación de los normales, buscando en cada verso la comida, el humo, la mano y el respeto. Ahí los tenía a todos diciéndome buenas tardes mientras la mayoría los pájaros del pueblo volaban entre los árboles llevando mi nombre en sus picos. Mis versos no eran el alimento, yo era el alimento de ellos, pues gracias a mi apetito correspondido los versos vivían aún para cada una de las calles silenciosas de esta localidad. Las lluvias servían sólo para ratificar esa condena de ser el sol de las húmedas plazas, ahí en mi alberge con baño privado donado por la señora María Luisa, que sólo me pedía tres poemas por noches y declamarlos en los momentos más populares, aumentando cada vez más la temperatura del puterío, en risas, amantes e hipos eternos. Algunos visitantes se sorprenden y me preguntan qué hago para vivir de esta manera, yo les respondo que soy la razón, que soy el verbo, que soy el humor y que soy la cultura de todos. Mi voz paraliza la espuma de epilépticos y transforma mis compañeras de terruño en algo más que señoras. Al ser visto, todos miran mi caminar, los ancianos se sacan sus sombreros dejando caer a mis pies sus respetos. Lo bebo todo y pido otro vaso de vino. Comienzo a temer por su presencia, me intento engañar pensando en otra cosa, como aquella vez que arribé desde la capital con un par de bigotes de niño retrasado simulando ser adulto, cargado de sueños y de incertidumbre, soltando y exteriorizando confianza. Los más ancianos recuerdan mi primera timidez que, siendo sincero conmigo mismo, nunca había sido más tácita en mi conciencia. En un comienzo mi nombre sonaba sigilosamente por el pueblo, pero comenzaba a resonar siempre y cuando yo encontraba necesario hacerlo, pues esa era la prueba que tenía para verificar mi importancia en este lugar. Era mi plan. Lo llevé a cabo. Creí lo que creé, sin lugar a dudas lo creí y lo creo aún más cuando veo a esas tres damas del fondo, sentadas y confabulando secretos anónimos e indirectos para mí. Amigo, este está aún más rico que el anterior, vaya preparándome otro, por favor. Lo miro, está en un rincón, la gente se le acerca, los que estaban a mi lado se le acercan.
Un mes bastó para que todo cambiara. Yo era el verbo hecho persona, yo era el santiaguino estrella, yo era el alcalde de las letras del pueblo. Guillermo Kunst es su nombre, su literatura aparenta casi cuarenta, pero en realidad este tipo tiene 25 años, quizás recién esté aprendiendo a beber vino, a fumar y a fornicar como yo. Para mí es un novato dentro de la vida, pero debo aceptarlo como mi par en la poesía y en todo lo que se refiere a la intelectualidad. Dudo de su formación casera; más de un diploma debe tener este mal nacido que llega a ocupar el puesto que siempre estuvo dispuesto para mí (pues yo fui el primero y pienso ser el único, retomar mi poderío, mi autoridad), así me lo hicieron ver y así quiero creer que lo creen todos. Bueno, es increíble saber que un mes basta para quedar desplazado. La gente me seguía queriendo, eso lo sabía, pero el querer no va más allá que el respeto. Este no tiene par, no hay limitaciones para su evolución, es infinito. El cariño es limitado y por ser así, te limita y hace parecerte un perro cuya finalidad se reduce al hambre y al odio. Y yo quiero respeto, que todas estas moscas vuelen a la mierda de mis zapatos y que desde allí miren mis labios y su movimiento al recitar versos que buscan más respeto y aplausos entre los fáciles mujeriegos de la casa de Doña María Luisa. Kunst ahora es todo. En un principio fuimos amigos, le mostré el pueblo, hablé con mi jefa, le dimos alojo, comió y me agradeció. Sin embargo mi amabilidad se fundaba sólo en una cosa: mi ignorancia de pensar que seguía siendo el único. Este muchachito nunca pronunció una palabra de sus intenciones para con este pueblo. Quizás haya sido mi culpa por nunca preguntarle, pero sigo pensando que eso no se hace; no soy tan parecidos a los de esta localidad, mi apariencia es diferente, la mía es la de un escritor o mucho mejor a la de un poeta, y es ahí donde él se debería haber fijado en mi persona y sincerarse, desmascararse. Pero ¿Cuándo vino a saber? Creo que fue pasado un par de horas de su llegada, al otro día por la mañana, si bien lo recuerdo. Yo me sentía alegre de mi situación y en ese momento aún más, pensaba que esto de ser la celebridad desarrollaba capacidades de bondad en mí, pues la alegría de haber ayudado a este recién llegado era tal, que pensé en el deber de hacer partícipes a los pajarillos de esto. Sin embargo, sentí su voz a la distancia, y cual Sócrates se encontraba aserruchándome este suelo lleno de guano, con una multitud que ya yo hubiese querido incluso con el mejor de mis poemas. Pero si hace falta mirarle la cara solamente a ese hombre, mire, se puede ver su desfachatez orgullosa entre sus manos. Enseguida yo callé, nuca le hablé sobre mi autoridad en el pueblo, sobre mi talento, ni mucho menos de los secretos que guardo aún en Santiago. Quizás por vergüenza, quizás por la creación de un plan, quizás por miedo a formar una prematura guerra entre nosotros, quizás por la simulación, quizás por lo que diría el pueblo, pues nunca soportaría enterarme, por ejemplo, que el consejo de anciano habla a mis espaldas, comentando quién es el nuevo genio del pueblo. Le juro que en esos momentos no me importaba recorrer la infinita distancia, llegar a Santiago y entregarme.
Al siguiente día todos comentaban sus poemas, su forma de declamar, además de su juventud y de cómo sería en la cama, por parte de algunas mujeres. Me dije estoy perdido. Pero faltó sólo una frase para darme cuenta que la salida estaba ahí, en ese talento que había dejado en la capital ¿Qué frase? “vecina, ayer pude sentir la poesía del Discípulo”. ¿Y ahí, en esa frase, qué hay? Acaso no se da cuenta, amigo, yo soy su maestro, yo seguía siendo alguien acá, seguía ocupando un lugar. Perdóneme, señor poeta, pero todos lo cobijan a él, no a usted. Es cierto, pero por lo menos tenía algo de qué afirmarme.
Comenzar a idear algo no es nada fácil, pero en el campo el arte es fácil y su apreciación, mucho más. Si eres artistas, todo lo demás resulta ser pamplinas. Mi voz corrió rápido e inteligentemente nunca llegó a los oídos de Guillermo Kunst. Los pueblerinos, dos días después, ya daban por sabido y ratificado quién era el maestro y quién era el discípulo, quién había traído a quién al pueblo para enseñarle lo mejor de la poesía campestre y quién estaba tratando de dejar un continuador de la obra santísima de dar palabrerías rimantes a las personas del pueblo. Sin mentirle, recordé mis mejores tiempos, rodeado por el asfalto, por las luces, el silencio y la privación. Acá todo resulta, y resultó de tal forma que nuevamente creí lo que creé. Alejé cualquier ira hacia él cuando charlábamos, cuando nos emborrachábamos, cuándo íbamos por algunas huasas para disfrutar de ser quienes éramos y somos. Obsérvelo, ahora me llama para beber o quizás para repartirnos a esas chinas, no sé. ¿Pero está seguro de querer hacerlo? Sí, siempre. Sosténgalo. Gracias, amigo. Está pesado. Ahora soy otra persona, siento como la situación cambia, como los talleres de poesía de la cárcel se van a la mierda, como la diferencia de mis poemas y los suyos se los comen los burros y como lo nada y poco que poseo acá no se compara con un pedazo de vereda de Santiago. Me le acerco, nos emborrachamos como un discípulo lo haría con su maestro. Nos estamos largando de la cantina en secreto, sin sospechas. Ahora es el momento, no hay duda. Esto ya no está tan pesado, quizás por la adrenalina, mi mano tiembla, siento un poco de pavor, se lo ubico entre cejas. Leo. Magnum.
Un mes bastó para que todo cambiara. Yo era el verbo hecho persona, yo era el santiaguino estrella, yo era el alcalde de las letras del pueblo. Guillermo Kunst es su nombre, su literatura aparenta casi cuarenta, pero en realidad este tipo tiene 25 años, quizás recién esté aprendiendo a beber vino, a fumar y a fornicar como yo. Para mí es un novato dentro de la vida, pero debo aceptarlo como mi par en la poesía y en todo lo que se refiere a la intelectualidad. Dudo de su formación casera; más de un diploma debe tener este mal nacido que llega a ocupar el puesto que siempre estuvo dispuesto para mí (pues yo fui el primero y pienso ser el único, retomar mi poderío, mi autoridad), así me lo hicieron ver y así quiero creer que lo creen todos. Bueno, es increíble saber que un mes basta para quedar desplazado. La gente me seguía queriendo, eso lo sabía, pero el querer no va más allá que el respeto. Este no tiene par, no hay limitaciones para su evolución, es infinito. El cariño es limitado y por ser así, te limita y hace parecerte un perro cuya finalidad se reduce al hambre y al odio. Y yo quiero respeto, que todas estas moscas vuelen a la mierda de mis zapatos y que desde allí miren mis labios y su movimiento al recitar versos que buscan más respeto y aplausos entre los fáciles mujeriegos de la casa de Doña María Luisa. Kunst ahora es todo. En un principio fuimos amigos, le mostré el pueblo, hablé con mi jefa, le dimos alojo, comió y me agradeció. Sin embargo mi amabilidad se fundaba sólo en una cosa: mi ignorancia de pensar que seguía siendo el único. Este muchachito nunca pronunció una palabra de sus intenciones para con este pueblo. Quizás haya sido mi culpa por nunca preguntarle, pero sigo pensando que eso no se hace; no soy tan parecidos a los de esta localidad, mi apariencia es diferente, la mía es la de un escritor o mucho mejor a la de un poeta, y es ahí donde él se debería haber fijado en mi persona y sincerarse, desmascararse. Pero ¿Cuándo vino a saber? Creo que fue pasado un par de horas de su llegada, al otro día por la mañana, si bien lo recuerdo. Yo me sentía alegre de mi situación y en ese momento aún más, pensaba que esto de ser la celebridad desarrollaba capacidades de bondad en mí, pues la alegría de haber ayudado a este recién llegado era tal, que pensé en el deber de hacer partícipes a los pajarillos de esto. Sin embargo, sentí su voz a la distancia, y cual Sócrates se encontraba aserruchándome este suelo lleno de guano, con una multitud que ya yo hubiese querido incluso con el mejor de mis poemas. Pero si hace falta mirarle la cara solamente a ese hombre, mire, se puede ver su desfachatez orgullosa entre sus manos. Enseguida yo callé, nuca le hablé sobre mi autoridad en el pueblo, sobre mi talento, ni mucho menos de los secretos que guardo aún en Santiago. Quizás por vergüenza, quizás por la creación de un plan, quizás por miedo a formar una prematura guerra entre nosotros, quizás por la simulación, quizás por lo que diría el pueblo, pues nunca soportaría enterarme, por ejemplo, que el consejo de anciano habla a mis espaldas, comentando quién es el nuevo genio del pueblo. Le juro que en esos momentos no me importaba recorrer la infinita distancia, llegar a Santiago y entregarme.
Al siguiente día todos comentaban sus poemas, su forma de declamar, además de su juventud y de cómo sería en la cama, por parte de algunas mujeres. Me dije estoy perdido. Pero faltó sólo una frase para darme cuenta que la salida estaba ahí, en ese talento que había dejado en la capital ¿Qué frase? “vecina, ayer pude sentir la poesía del Discípulo”. ¿Y ahí, en esa frase, qué hay? Acaso no se da cuenta, amigo, yo soy su maestro, yo seguía siendo alguien acá, seguía ocupando un lugar. Perdóneme, señor poeta, pero todos lo cobijan a él, no a usted. Es cierto, pero por lo menos tenía algo de qué afirmarme.
Comenzar a idear algo no es nada fácil, pero en el campo el arte es fácil y su apreciación, mucho más. Si eres artistas, todo lo demás resulta ser pamplinas. Mi voz corrió rápido e inteligentemente nunca llegó a los oídos de Guillermo Kunst. Los pueblerinos, dos días después, ya daban por sabido y ratificado quién era el maestro y quién era el discípulo, quién había traído a quién al pueblo para enseñarle lo mejor de la poesía campestre y quién estaba tratando de dejar un continuador de la obra santísima de dar palabrerías rimantes a las personas del pueblo. Sin mentirle, recordé mis mejores tiempos, rodeado por el asfalto, por las luces, el silencio y la privación. Acá todo resulta, y resultó de tal forma que nuevamente creí lo que creé. Alejé cualquier ira hacia él cuando charlábamos, cuando nos emborrachábamos, cuándo íbamos por algunas huasas para disfrutar de ser quienes éramos y somos. Obsérvelo, ahora me llama para beber o quizás para repartirnos a esas chinas, no sé. ¿Pero está seguro de querer hacerlo? Sí, siempre. Sosténgalo. Gracias, amigo. Está pesado. Ahora soy otra persona, siento como la situación cambia, como los talleres de poesía de la cárcel se van a la mierda, como la diferencia de mis poemas y los suyos se los comen los burros y como lo nada y poco que poseo acá no se compara con un pedazo de vereda de Santiago. Me le acerco, nos emborrachamos como un discípulo lo haría con su maestro. Nos estamos largando de la cantina en secreto, sin sospechas. Ahora es el momento, no hay duda. Esto ya no está tan pesado, quizás por la adrenalina, mi mano tiembla, siento un poco de pavor, se lo ubico entre cejas. Leo. Magnum.
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sábado, 6 de marzo de 2010
Tesis y Metas
A las tres de la tarde, cuando mi sistema digestivo comenzaba a descansar luego del menú de cinco mil pesos, percaté su belleza y lo idiota que fui por no haberlo hecho antes, como en aquella ocasión con esa fémina llamada Claudita Casanova, robusta y con unos ojos verdes que cada vez que los miraba me recordaban de dónde éramos y cómo nos deberíamos amar. Lo lamentable fue que su madre era mejor mujer en la cama que ella, mejor provocadora auditivamente sobre mi firmeza que a esa edad florecía a cada segundo y a cada insinuación. Y no la aproveché antes; tuve que dejarla luego que su hija nos encontrara sudosos en el mismo lugar donde la crearon. Y era un recuerdo arrepentido, pues podría haber pasado mucho más tiempo disfrutando de esa madurez. Pero se aprende de la experiencia y el paso del tiempo me daba una nueva opción de elegir bien, de actuar bien y conforme con lo que sentía. Esta era la quinta vez que la veía. Si no me equivoco la primera fue hace dos meses, dos largos y destrosantes meses para ella y estoicos para mí. Su beso de encuentro me recordó muchos besos de reencuentros, pero ninguno con ese tono natural de labios que parecían vírgenes de artificios colorantes que sin duda alguna yo sabía a qué se debía. Comenzamos la conversación e inmediatamente me fijé en un pequeño borde de la copa de su rojo sostén intercalado que salía como huyendo de algo represivo desde su blusa. No pude negarme a mirar en su pecho redondo un pequeño lunar que me recordaba mi trabajo y su dolor. Al mismo tiempo un pequeño viento proveniente de su hálito llegaba en mi rostro y con él mi familia, Sofía, las gemelas y el que pronto se les uniría. Un 19 de agosto de 1985 me casé, y como si su nombre fuera intencional, Sofía era la primera licencia de mi grado. Primero nos fuimos a vivir en San Damián, dos años después, en Lo Curro. Creció la familia creció nuestra casa. Pasados los años, y como toda relación matrimonial, nos manteníamos juntos sólo por dos lazos llamados hijos y sexo. Mi especialidad jugó a favor, la conocía y se la conocía. Pero no debía pensar más, seguí mirándole el pecho, el lunar e intermitentemente sus ojos también. Aún así era su cuello rígido el que me llevaba a dejarlo todo por ella, dejar a Sofía, a las gemelas y, quizás, a no conocer nunca al que viene. Ella me hablaba y me decía cosas, su voz salía apretada, quizás por su motivo, quizás por su ajustada ropa de oficinista. Llevaba pantis marrón que cubrían engañosamente sus ejercitadas piernas blancas, su tez era clara como la mía, su apellido Rospigliosi, italiano como el mío, Di Mastroianni. Nuestras familias en algún momento se encontraron y se conocieron en los aniversarios de La Escuola, de ahí nuestras migas y ahí mi colaboración. Hasta el momento ella había estado hablando y yo cavilando de nosotros en silencio, pero llegó el momento de su primer sollozo, decía que tenía miedo de irse, tenía una pequeña de cinco años con síndrome de Down. No supe que decirle, mi situación no era la misma, yo aún tenía a mi mujer para con mis hijas, ella no. Fue su mala suerte de no elegir al hombre indicado y con los mejores genes, pensaba yo. Luego me preguntó qué debía hacer, pero yo no estaba comprometido totalmente, nadie me había enseñado a dar consejos humanos, Enseguida me preguntó qué haría yo en su lugar, pero yo sólo pensaba en estar junto con ella, en esta maldita vida que no nos alcanzó a juntar antes. Miré su lunar y lo vi bañarse de una lágrima que descendió desde el mal gastado rímel de su ojo derecho, la gota corrió por el borde del pecho y llegó a esconderse entre su seno hasta quizás donde yo debería estar cobijado jugando a amar. En silencio le decía deja todo sin miedo y vente conmigo, pues yo lo haré también. Cogí un pañuelo desechable y se lo pasé. Secó sus ojos, respiró y dijo que dejaría todo solucionado antes de irse, las cuentas, las rentas, el seguro para su hija, una familia para su hija. Volví a pensar en Sofía, en las gemelas y en el que viene; volví a mirar el lunar y el precioso borde de su soporte. Todo quedó en silencio por un momento, Su mirada se dirigió a mi escritorio, tomó la foto familiar, la sacada en la Antártica chilena hace dos años, salíamos los cuatro, Sofía feliz por el sexo de la noche anterior y las gemelas agarradas de mí sin sus dientes delanteros. Yo me puse nervioso, saqué el bolígrafo de mi vestón blanco y comencé a jugar sin sentido con él. Ella volvió a respirar, pero esta vez más profundamente y me dijo que estaba lista, que le dijera lo que había venido a escuchar. Nunca es fácil decir esas cosas, la naturaleza es el miedo de nuestra existencia. Yo no quería pensar en su útero ni en el tumor que ya había podrido todo su cuerpo. Quería pensar que nunca había desaparecido su vagina, que seguía siendo la linda mujer que imaginaba. Respiré mi ética, miré mi título y en un segundo ratifiqué hacia dentro de mí, que yo practicaba la oncología ginecológica. Mojé mi boca y le dije, son dos semanas, señora Rospigliosi, son sólo dos semanas.
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lunes, 8 de febrero de 2010
CRÍA Y DEVÓRATELOS
Se nos viene el siglo de la leche negra
Allá por el Sena negrero, ciego,
Y acá en las oscuras bestias
que nunca se pensó que lloraban, que reían
que morían
Ahora quién les cantará en este siglo
de leche negra y negreros
de seguro los lejos del Mediteráneo,
los de las costillas rotas y apolilladas,
Sonata de Muerte
sonata fraterna en las aguas embotelladas
sonata ingrata.
Pero no se esfuercen
el hambre come niños aplastados…
y está en calma.
Pero no apuren su gramática
hace falta cincuenta mil palas y manos
hace falta ningún
allez, allez, allez
sálvame Europa, sálvame la dramática democracia
sálvame nada de tu lengua.
La historia, La historia
Se la han
Guardado.
Allá por el Sena negrero, ciego,
Y acá en las oscuras bestias
que nunca se pensó que lloraban, que reían
que morían
Ahora quién les cantará en este siglo
de leche negra y negreros
de seguro los lejos del Mediteráneo,
los de las costillas rotas y apolilladas,
Sonata de Muerte
sonata fraterna en las aguas embotelladas
sonata ingrata.
Pero no se esfuercen
el hambre come niños aplastados…
y está en calma.
Pero no apuren su gramática
hace falta cincuenta mil palas y manos
hace falta ningún
allez, allez, allez
sálvame Europa, sálvame la dramática democracia
sálvame nada de tu lengua.
La historia, La historia
Se la han
Guardado.
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sábado, 22 de noviembre de 2008
TrEs PaLoS
Mujer. La madre despertó una hora después de lo que debía y hacía habitualmente. Motivos. El reloj había desaparecido en extrañas circunstancias. Saltó con rapidez hacia su ropa. Puso sus zapatos al revés; se los sacó y los cambio de pies. Mi cara, por dios. Metió el cepillo el cepillo en su boca y comenzó a moverlo, mientras tanto ponía el hervidor y una mitad de pan a tostar. Mierda, no está la tostadora, y se le caía la espuma de la boca al piso. En dos minutos después ya estaba lista. Quiso sentarse por diez segundo en su living, por lo que se paró en el lugar vacío donde debería haber estado éste. Lloró. Ayúdame por favor, sálvalo y tomó su cartera desteñida de los 90. Al abrir la puerta, estaba frente a frente con el mostro de su hijo.
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Lillo y El Fumador
Dilucidar la isotopía(1) de un texto siempre es útil a la hora del análisis, mejor aún si esta abarca más de uno. El cuadro isotópico inferido nos mostrará la constante general que el autor, intencional o no, dio a la obra y así mostrar la ley estructural del texto. Es así como en El Fumador y otros relatos nos aparecen diez relatos que traen consigo, no sólo una isotopía que se intentará dilucidar, sino que también una serie de conexiones, relaciones y diálogos intertextuales (2) que nunca dejan de ser interesante a la hora de reforzar el resultado y de rescatar algo significativo de un texto del que no se tienen muchas referencias, por no decir ninguna, del tipo que sea.
La metodología que se usará será la extracción de fragmentos representativos de tópicos comunes a los diez relatos, que serán seguidos de comentarios, para luego análisis libre de los campos semánticos (3), formulando categorías y una ley estructural del texto. Para el reforzamiento del resultado, sea cual sea, se realizarán análisis de las posibles uniones que existan, más allá del propósito central del trabajo, entre los relatos, llámense conexiones semánticas o intertextualidades (paratexualidad (4) e hipertextualidad (5)), etc. Es necesario explicar que los títulos se nombrarán como R más un número que es el orden correspondiente a la aparición del relato en el texto.
El fumador y otros relatos (Mondadori, Santiago de Chile, 2008) consta de 10 títulos (Hielo, El fumador, La felicidad, No era mi tipo, Cita, 40 caballos, Nunca he estado en Katmandú, Vida de una cachorro, Diente de león y El último cuento). Las relaciones a lo largo de los relatos del texto siempre están marcadas por el elemento interpersonal formado por relaciones desamorosas. En R2, por ejemplo, al comienzo encontramos: “Con mi mujer estábamos pasando por un periodo difícil y no sabía si nuestro matrimonio iba a seguir” (p23). En R1 encontramos la misma situación pero de una manera menos cabal: “subimos a una micro. En la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos la televisión sin volumen. Yo me quedé dormido primero.” (p18). Mientras que en R3 la relación establece una pacigüedad del conflicto, pero que concatena a otros tipos de situaciones: “Hablo de mi mujer y yo; ninguno de los dos tenía trabajo y estábamos acostados todo el día.” (p41) Se estructura así la relación interpersonal de RI, R2 Y R3 linealmente, siendo su esqueleto dos protagonistas quienes se relacionan de forma amorosa. La reiteración de este tipo de relación se establece nuevamente en R10: “- ¿Cuántos años hace?- preguntó Julia-. Desapareces de la noche a la mañana y al poco tiempo estás viviendo con otra mujer y yo me tengo que quedar con los chicos” (p125). Podemos dilucidar en los primeros relatos la tendencia a la separación, mientras que en R10 se muestra el paso de un cierto tiempo desaprovechado que no hace nada más que volver al conflicto en dicho relato. Sin embargo especifiqué lo de relación amorosa, ya que la relación se muestra como una macro constante en el texto. Sigamos viendo las relaciones entre dos personajes como únicos o centrales en los relatos.
En R5 se muestra el conflicto madre-hijo: “comenzó en un café del centro, un domingo en la tarde. Pero comenzó unos días antes, como una llamada que recibí en el colegio donde trabajaba. Era una mujer que decía ser mi madre, algo tan sorpresivo como ridículo” (p67). Al igual que en R10, existe el personaje ausente que decide volver; en este caso es la madre, la cual sólo escucha un “tú nunca exististe” (p72). En R7 el conflicto es padre-hijo: “Pensé en los años que estaba viniendo, y si la memoria no me fallaba eran más de quince años desde el día en que con mi hermana lo trajimos porque era difícil aguantarlo, hacerlo compartir con nuestras familias, oírlo quejarse en las noches como si se fuera a morir.” (p93) La ausencia se da como deseo y es el elemento que origina el conflicto al punto del aborrecimiento: “No era verdad, dejé de fumar porque en las mañanas estaba diez minutos tosiendo. No entendí por qué a mi padre no le podía contar esa pequeña historia, tal vez menoscababa el poco entendimiento que le quedaba o, lo que era más probable, no me interesaba relacionar nada mío con él excepto lo necesario, eso que aún nos convertía en familiares. ” (p93). Este tipo de relación sigue en R9, donde los estratos agenciales se invierten, siendo el padre generador del conflicto: “Se hablaba tanto de lo que les sucedía adentro a los violadores. Yo lo odié muchas veces, porque aunque mi madre trató de taparlo lo supe igual. Me avergoncé de él, quise que nunca más volviera vivir con nosotros porque a lo mejor era cierto que era un sidoso.” (p119). También existe la ausencia, como en R5. En otras palabras, en este último es la madre quien decide volver, mientras que en R9 es el padre.
En estos tres relatos notamos un periodo de ausencia (R5), una necesidad de ausencia (R7) y una vuelta a la primera (R9).
De una manera más débil encontramos en R6 conflicto padre- hijo: ”A su modo, Cecilia me convirtió en hombre mucho más de lo que hizo mi padre con sus clases de boxeo o llevándome cada tarde al gimnasio.” (p84). En el fragmento aparece una configuración lineal reversible, en donde se contrasta lo femenino/masculino, llevando la primera a concretizar a la segunda. Con respecto a lo interpersonal, el drama no es igual que en R7, pero se debe considerar como el relato anterior, no sólo por el orden establecido en todo el texto, sino por el paso a un “deseo de quebramiento de las relaciones” que posee el personaje de R7. Mismo deseo, pero justificado, tiene el personaje de R4, que además marca el inicio dentro de la estructura de El Fumador y otros relatos, del conflicto padre e hijo como también madre-hijo: “De un día para otro dejamos de ir, como si la deuda de nuestra esposa y madre estuviera pagada […] Desde aquella vez no he sabido más de él y no me importa demasiado.” (p61).
De esta manera encontramos campos semánticos que son claros a la hora de resolver una lectura del texto. Por ejemplo tenemos “periodo difícil”, “desapareces” (dirigiéndose a un tú), “oírlo quejarse”, “difícil aguantarlo”, “ninguno”, “no me interesaba”, “violadores”, “no me importa demasiado”, “menoscababa”, las cuales surgen como elemento fundamental en la conformación de lo citado. Si debemos darle una cierta categoría, sería adecuada la de INSENSIBILIDAD. Aún así sería apresurado dogmatizar a esta, por lo que debemos descubrir más categorías.
Estas relaciones se presentan entrelazadas con el tópico que sería La Muerte. En R1 lo encontramos sin producir algún giro en la tensión que causan los protagonistas. Esto se refleja en las siguientes dos citas: “Murió pasadas las cuatro. Con mi mujer lloramos en silencio y después le acercamos un espejo a la boca.” (p14) y en “-Me olvidé que tu mamá había muerto” (p16). No así se muestra en R4: “Yo sabía el resto de la historia […], pero esa vez fallé. Dejé de mirarme las manos cuando mi tía levanta el florero para descargarlo en la cabeza de mamá. […] Cualquier vida cambia con una suceso como ese, nadie queda indiferente porque nadie o casi nadie presencia el asesinato de su madre.” (p59) la muerte aparece de forma violenta, muy diferente a R1 en donde la muerte pasa desapercibida por los protagonistas, al extremo de olvidarla. Tómese en cuenta que en este último el personaje en cuestión es una anciana, mientras que en el otro es una mujer de un poco más de 40 años. También hay que extraer que en R4 el conflicto familiar llega a la violencia, la cual es el conducto por donde pasa R6, relato que retoma, luego de un pequeño receso en R5, el tópico visto: “Ahí estaba el Campeón, solo, como siempre lo había visto. Me acordé de su imagen en el camarín, sentado en la camilla con algodones en la nariz, y pensé en los motivos que tuvo para asesinar a Cecilia […]” (p88). De igual manera que en R4, R6 lleva el conflicto a la violencia en un relato donde la historia se construye en torno al boxeo.
Pero el tópico es tomado de otra manera también, considerándolo como efecto proyectivo y no-concretizante de ciertas patologías mortales. Por ejemplo en R8:
“La muchacha se despidió, pero antes de cerrar la puerta, dijo:
¿Te importaría saber algo?
No, dime.
Tengo sida. Ahora tú lo llevas. –Corrió hasta la casa y desapareció.” (p107)
El sida es el puente conector para R8 y R9. En este último, planteado en un fragmento citado anteriormente, se asimila al violador con un sidoso. Estas conexiones no son ajenas, por lo que hemos ido citando y relacionando. Pero las explicaré a continuación de los siguientes ejemplos.
En R2:
“Madrid se pasó la mano por los bigotes, y dijo:
Me estoy muriendo. –No dije nada-. Un escritor se está muriendo y tú no dices nada […] Cáncer, […] los doctores me dieron seis meses y llevo tres.” (p35)
Lo mismo sucede en R10: “Cachorro sentía que se iniciaba una conversación banal porque ninguna palabrería suelta podía reemplazar a una frase tan contundente como: <>.” (p123).
De este modo el elemento del tópico aparece directamente y se concretiza, como también no resuelve. De la primera forma pertenecen R1, R4 y R6, y de la otra, R2 y R8, siendo el cáncer el elemento repetitivo, por lo que debe relacionar a estos dos relatos con R1 que, como dijimos, se concretiza en: “El jueves mamá no pudo más. Los pies se le amontonaron y perdió la conciencia. Vino el médico y dijo que era normal, que después de algunos meses de buena cara al final el cáncer muestra la auténtica.” (p11)
Son cinco los elementos que, configurando parte importante en la trama de los relatos, conducen a la muerte. Un asesinato (R4), cuatro enfermedades terminales (RI, R2, R6 Y R8). Aún así la tragedia que causa una enfermedad no queda ausente en R3, el cual no presenta el tópico; veamos los siguientes fragmentos: “el chico me tomó de la mano y me sacó de la pieza […] sentí el frío del pasillo y me acordé de mi casa al tiempo que sentía chirriar las prótesis” (p47) y “junto al pequeño escritorio quedaron las prótesis igual que las armas después de la batalla” (p48). Tanto las enfermedades y las discapacidades conllevan desgracia.
La muerte es mostrada también como sus símiles simbólicos como sombra y oscuridad, que provoca desconocimiento y miedo. Esto se refleja como marca reiterativa en R8: “De pronto, al frenar una curva, una sombra salió de la nada y se puso en el camino” (p102); “… hasta que irrumpió una figura vestida de negro.” (p103);
“Oyó el grito a su espalda. Una sombra estaba parada junto a la camioneta, desgarbada […]- Tiene una ayudita- habló la sombra.” (p108). Hay que resaltar el carácter prosopopéyico de lo oscuro o la sombra, que sirve como instalación de diálogos con el protagonista, tales como “habló la sombra” (p108) y “le preguntó a la sombra” (p102). En R10 se presenta en “caminó hasta que oyó unos pasos atrás, dio vuelta la cabeza y vio una cabeza arropada. Se acercó a él, pero no llegó a tocarlo” (p130). Este fragmento da a conocer que la serie de relatos comienzan con el cáncer y termina en la sombra; produciendo una suerte de hermetismo temático el cual, a esta altura, se muestra como elemento básico. Además tomemos en cuenta que tanto R8 como R10, forman parte de los relatos en que “la muerte” no alcanza su finalidad, lo cual se puede traducir en una cierta cacería hacia sus respectivos protagonistas protagonista.
Tenemos una muerte expuesta (concretizada y no-concretizada) en el texto directamente, como también una simbolizada. Con esta pequeña estructura, estamos capaces de extraer algún campo semántico. Antes que todo se debe aclarar que el tópico no se establecerá como eje semántico, por su carácter explícito en este trabajo. Resaltan de los fragmentos seleccionados: “y desapareció”, “llorar”, “silencio”, “me olvidé”, “cerrar la puerta”, “conversación banal”, “me olvidé”, “frío”, y otras. Al igual que la categoría anterior, insensibilidad, acá encontramos la apatía hacia la situación mortal, un desengaño del ser “querido”. El sema compartido debe ser relacionado con la situación que provoca el tópico, por lo que INCOMPRENSIÓN, recaería en esta oportunidad. Ejemplifiquemos con una cita anterior: “Tengo sida. Ahora tú lo llevas”.
También resultaría conveniente dar cuenta de una categoría en el elemento más reiterativo en la serie: televisor. Algunos ejemplos más detallados en R1 por ser este el primero de la serie y por cumplir muchas veces la función de determinar lo que puede acontecer la tendencia semántica en los siguientes relatos: “Acostados, prendí la televisión. La miramos con el volumen cas al mínimo, haciendo zapping todo el rato” enseguida “Mamá se quejaba con la boca cerrada, sin palabras igual que la televisión” (pp12), también en “pensé que la televisión sin volumen no mostraba los velorios” (p17) y “en la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos televisión sin volumen” (p18). La primera cita muestra al televisor como propósito del no sostener el coito. Mientras que la última, refleja la falta de diálogo que conlleva la televisión, como lo expusimos en las relaciones interpersonales en un principio, más si se desarrolla en momentos como un funeral.
Ahora veamos algunos fragmentos de la infinidad que existen señalando al televisor, para luego inferir una nueva categoría: “Al llegar se desvestía rápido dejándome con la televisión prendida” (R2, p23), “Lo único que nos negamos a vender fue el televisor” (R3,p41), “Me pasó el cuchillo e intenté acordarme como lo había visto hacer en la televisión” (R3,p45), “Puso su mano en la cabeza de él y le revolvió el poco pelo que le quedaba, como lo había visto hacer en las viejas películas de la televisión” (R4,p58), “y se oían voces que no podía ser más que de un televisor” (R5,p69), “La televisión seguía sonando en alguna parte” (R5,p71), “Los combates eran cada vez más espaciado y al final terminé viéndolos por televisión” (R6,p85), “sacamos a mi padre de allí y dimos unas vueltas alrededor de la plaza antes de dejarlo en su cama con el televisor prendido” (R7,p92), “estaba con la amante una hora y veían televisión” (R8,p100), “Ingresaron a un pub, un sitio en donde él había estado algunas veces con su amante; un lugar poco iluminado, con la música algo fuerte y una pantalla gigante” (R8,p104), “<>” (R9,p113), “Prefería la televisión, decía que los libros le aburrían” (R10,p126), “Era la escena de una película sobre una pareja madura, Bergman quizá” (R10,p129). Ordenemos. La televisión es lo primordial, la escusa, la incomunicación, lo preferido, el pasatiempo de los amantes, la constante, el detalle. La televisión muestra un sinfín de significados, a primera vista. Pero hay que tomar en cuenta que el propósito no es ese, la polivalencia, sino resaltar la importancia que cumple el televisor a lo largo de toda la serie, por lo que el televisor mudo, en silencio, visto por largas horas, determina una especie de constante en los relatos siguientes para el televisor. En otras, si caracterizamos el elemento repetitivo televisor según R1 y la función que cumple en la serie, podríamos marcarlo como INCOMUNICACIÓN.
Plano del paratexto
Ahora bien, hace falta trabajar sobre las conexiones de los relatos, como ocurrió con el elemento reciente, para reforzar nuestro resultado de la estructura textual.
Si consideramos las categorías establecidas de INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN e INCOMUNICACIÓN parece abordar una antítesis el paratexto La Felicidad (R3), por lo que si no existe una paratextualidad coherente, estaríamos frente a una posible ironía.
En este texto topamos reiteradas veces con la palabra cumpleaños que, semánticamente, designa alegría. Ahora bien, primeramente se hace apto ver la conexión con los otros relatos que también portan la palabra. Por ejemplo en R4 el peso semántico de cumpleaños queda a obsoleto en el siguiente fragmento: “ahí estábamos los cuatro, los que en cada cumpleaños nos sentábamos en la misma mesa y decíamos las mismas cosas, desgranábamos los mismos comentarios baratos, esos que acompañan la mayoría de las celebraciones” (p57). También, y con una idea de contraste, en R6: “De lo que vi recuerdo a dos mujeres con una torta en la mano cantándole cumpleaños feliz a un hombre que le corrían gruesas lágrimas por las mejillas” (p87). De igual manera ocurre en R7: “La última vez [que pasearon] fue hace un par de años, cuando con mi hermana decidimos celebrar su cumpleaños en el centro. En verdad no fue el día del cumpleaños, sino el domingo siguiente o el anterior, no me acuerdo” (p32). Por lo tanto en R4 y R7 se refuta la idea paratextual de felicidad en ellos.
Agréguese también la paratextualidad existente entre el sema detrás de cumpleaños y los paratextos, los cuales portan negación: No era mi tipo y Nunca he estado en katmadú.
Volvamos a R3. La situación de este relato se constituye, primero en un hogar fragmentado, en donde sólo celebran 3 personas: “Miré la pieza, pero en ninguna parte descubrí algún objeto que indicara la existencia de un dueño de casa. Ni ropa ni fotografías ni esos objetos propios de los hombres como son las herramientas o alguna colección de autos en miniatura.” (p44); segundo, una de las tres personas sufre una discapacidad: “-Felipe- alcanzó a decir Leticia, con la boca llena, pero el chico caminaba hacia mí con sus piernas ortopédicas, parecido a un robot […]” (p46); y tercero, se expone el conflicto: “En eso Leticia le pegó al chico una cacheta en la boca y el chico soltó el llanto […]” (p45). Se observa, por lo tanto, fragmentación, discapacidad y conflicto, cuyas carga semántica desmienten al paratexto, instalando un tropo, el cual disfraza el real contenido semántico de la palabra sin ocultarlo, según Fontanier (las figuras del discurso, p67).
Otro interesante elemento paratextual lo encontramos en R8, R9 y R10. Su inter y paratextualidad está específica y explícitamente en R8 y R10. El primero nos presenta el paratexto Vida de un cachorro, en cuyo texto cachorro abre y cierra el relato: “Estaba oscuro cuando Luis subió a su camioneta con una bolsa en la mano donde había algo que se movía. Un rato antes, al llegar a su casa, vio al cachorro merodeando […]” (p99) y “Se despidió de su esposa y salió, pero cuando iba a subirse a la camioneta se le ocurrió mirar hacia abajo. El cachorro estaba ahí sacudiendo la cola, queriendo jugar con los cordones de sus zapatos” (p110). Mientras que en R10 el texto comienza con la afirmación: “-Soy yo – dijo Cachorro López” (p123). Se establece así el diálogo que los une. Agreguemos a esto la relación establecida anteriormente con respecto a la muerte: Sida (R8) y Cáncer (R10).
El otro diálogo que surge es entre estos dos relatos y R9, donde a diferencia de R8, el paratexto no se revela como un diálogo: Diente de león. Sin embargo no hay que apresurarse y decir que la hipertextualidad con R8 se da a nivel del texto, ya que este se presenta como elemento estructurador que dará origen a la competencia citacional (6), la cual permitirá decir que existe tal diálogo. A continuación dos fragmentos que nos ayudarán a esto: “debajo de una baldosa había un perro enterrado, un animal que vi en la calle la ventana de mi dormitorio” (p117), esta aclara que “mi padre bajó los ojos y arrancó uno de los dientes de león que crecía alrededor de la tumba” (p118). La relación entre perro y diente de león, es la que relaciona a manera de diálogo a perro, Vida de un cachorro y Cachorro López con Diente de león, estableciéndose relaciones de Intertextualidad en Cachorro López-perro y paratextualidad en Vida de un cachorro-Cachorro López-diente de león. Con esto, se muestra la reiteración estructural de una linealidad como la que instalamos en R1, R2 y R3. Principio y final de la serie de relatos.
Si observamos nuevamente los paratextos, podemos agregar a esta trato, aunque si bien no como paratextualidad, los semas repetitivos que dan la noción de animal: R6 (caballos), R8 (cachorro) y R9 (león).
Entonces, a nivel paratextual, se establecen relaciones inter y paratextuales que ayudan a revelar el carácter de ironía del paratexto Felicidad, con respecto a las dos categoría.
Resultados
Teníamos como primera categoría INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN como segunda, y, finalmente, INCOMUNICACIÓN. Además descubrimos que las palabras destinadas a la felicidad, son ironías. De las tres primeras categoría su constante etimológica resulta ser el prefijo IN, que según la R.A.E., indicaría negación o privación, por lo existe una negación o privación de los sentimientos, de la comprensión y de la comunicación. Lo negado es la base de las relaciones humanas, de las formas de llegar a al empatía, de lo que nos hace seres humanos, con altos y bajos. Por otra parte, la ironía se caracteriza por ser retórico, o sea, por un estar consiente de lo que se dice. En conclusión, todo aquello nos permite formular, a través del elemento dominante, que la ley estructural del texto es la deficiente necesidad de las personas, en este caso los protagonistas de cada relato, por llegar a concretizar las relaciones humanas.
Glosario de términos:
1-Isotopía: “un conjunto redundante de categorías semánticas que hace posible la lectura uniforme del relato” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.
2-Intertextualidad: “como una relación de copresencia entre dos o más textos”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).
3-Campo semántico: “es conjunto de palabras o elementos significantes con significados relacionados, debido a que comparten un núcleo de significación o rasgo semántico (sema) común y se diferencian por otra serie de rasgos semánticos distinguidores”. Roland Barthes Elementos de semiología.
4-Paratextualidad: “es entendida como la relación que el texto mantiene con los títulos, subtítulos, intertítulos, prefacios, epílogos, entre otros, llamados paratextos.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).
5-hipertextualidad: “es la relación que une a un texto B con un texto A, es
decir, supone la derivación de un texto de otro ya existente. Al texto B se le llama
Hipertexto yal texto A se le denomina hipotexto.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).
6-Competencia citacional: “Experiencia y dominio de los rasgos discursivos que permiten al lector reconocer o interpretar la dimensión intertextual en un texto.” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.
La metodología que se usará será la extracción de fragmentos representativos de tópicos comunes a los diez relatos, que serán seguidos de comentarios, para luego análisis libre de los campos semánticos (3), formulando categorías y una ley estructural del texto. Para el reforzamiento del resultado, sea cual sea, se realizarán análisis de las posibles uniones que existan, más allá del propósito central del trabajo, entre los relatos, llámense conexiones semánticas o intertextualidades (paratexualidad (4) e hipertextualidad (5)), etc. Es necesario explicar que los títulos se nombrarán como R más un número que es el orden correspondiente a la aparición del relato en el texto.
El fumador y otros relatos (Mondadori, Santiago de Chile, 2008) consta de 10 títulos (Hielo, El fumador, La felicidad, No era mi tipo, Cita, 40 caballos, Nunca he estado en Katmandú, Vida de una cachorro, Diente de león y El último cuento). Las relaciones a lo largo de los relatos del texto siempre están marcadas por el elemento interpersonal formado por relaciones desamorosas. En R2, por ejemplo, al comienzo encontramos: “Con mi mujer estábamos pasando por un periodo difícil y no sabía si nuestro matrimonio iba a seguir” (p23). En R1 encontramos la misma situación pero de una manera menos cabal: “subimos a una micro. En la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos la televisión sin volumen. Yo me quedé dormido primero.” (p18). Mientras que en R3 la relación establece una pacigüedad del conflicto, pero que concatena a otros tipos de situaciones: “Hablo de mi mujer y yo; ninguno de los dos tenía trabajo y estábamos acostados todo el día.” (p41) Se estructura así la relación interpersonal de RI, R2 Y R3 linealmente, siendo su esqueleto dos protagonistas quienes se relacionan de forma amorosa. La reiteración de este tipo de relación se establece nuevamente en R10: “- ¿Cuántos años hace?- preguntó Julia-. Desapareces de la noche a la mañana y al poco tiempo estás viviendo con otra mujer y yo me tengo que quedar con los chicos” (p125). Podemos dilucidar en los primeros relatos la tendencia a la separación, mientras que en R10 se muestra el paso de un cierto tiempo desaprovechado que no hace nada más que volver al conflicto en dicho relato. Sin embargo especifiqué lo de relación amorosa, ya que la relación se muestra como una macro constante en el texto. Sigamos viendo las relaciones entre dos personajes como únicos o centrales en los relatos.
En R5 se muestra el conflicto madre-hijo: “comenzó en un café del centro, un domingo en la tarde. Pero comenzó unos días antes, como una llamada que recibí en el colegio donde trabajaba. Era una mujer que decía ser mi madre, algo tan sorpresivo como ridículo” (p67). Al igual que en R10, existe el personaje ausente que decide volver; en este caso es la madre, la cual sólo escucha un “tú nunca exististe” (p72). En R7 el conflicto es padre-hijo: “Pensé en los años que estaba viniendo, y si la memoria no me fallaba eran más de quince años desde el día en que con mi hermana lo trajimos porque era difícil aguantarlo, hacerlo compartir con nuestras familias, oírlo quejarse en las noches como si se fuera a morir.” (p93) La ausencia se da como deseo y es el elemento que origina el conflicto al punto del aborrecimiento: “No era verdad, dejé de fumar porque en las mañanas estaba diez minutos tosiendo. No entendí por qué a mi padre no le podía contar esa pequeña historia, tal vez menoscababa el poco entendimiento que le quedaba o, lo que era más probable, no me interesaba relacionar nada mío con él excepto lo necesario, eso que aún nos convertía en familiares. ” (p93). Este tipo de relación sigue en R9, donde los estratos agenciales se invierten, siendo el padre generador del conflicto: “Se hablaba tanto de lo que les sucedía adentro a los violadores. Yo lo odié muchas veces, porque aunque mi madre trató de taparlo lo supe igual. Me avergoncé de él, quise que nunca más volviera vivir con nosotros porque a lo mejor era cierto que era un sidoso.” (p119). También existe la ausencia, como en R5. En otras palabras, en este último es la madre quien decide volver, mientras que en R9 es el padre.
En estos tres relatos notamos un periodo de ausencia (R5), una necesidad de ausencia (R7) y una vuelta a la primera (R9).
De una manera más débil encontramos en R6 conflicto padre- hijo: ”A su modo, Cecilia me convirtió en hombre mucho más de lo que hizo mi padre con sus clases de boxeo o llevándome cada tarde al gimnasio.” (p84). En el fragmento aparece una configuración lineal reversible, en donde se contrasta lo femenino/masculino, llevando la primera a concretizar a la segunda. Con respecto a lo interpersonal, el drama no es igual que en R7, pero se debe considerar como el relato anterior, no sólo por el orden establecido en todo el texto, sino por el paso a un “deseo de quebramiento de las relaciones” que posee el personaje de R7. Mismo deseo, pero justificado, tiene el personaje de R4, que además marca el inicio dentro de la estructura de El Fumador y otros relatos, del conflicto padre e hijo como también madre-hijo: “De un día para otro dejamos de ir, como si la deuda de nuestra esposa y madre estuviera pagada […] Desde aquella vez no he sabido más de él y no me importa demasiado.” (p61).
De esta manera encontramos campos semánticos que son claros a la hora de resolver una lectura del texto. Por ejemplo tenemos “periodo difícil”, “desapareces” (dirigiéndose a un tú), “oírlo quejarse”, “difícil aguantarlo”, “ninguno”, “no me interesaba”, “violadores”, “no me importa demasiado”, “menoscababa”, las cuales surgen como elemento fundamental en la conformación de lo citado. Si debemos darle una cierta categoría, sería adecuada la de INSENSIBILIDAD. Aún así sería apresurado dogmatizar a esta, por lo que debemos descubrir más categorías.
Estas relaciones se presentan entrelazadas con el tópico que sería La Muerte. En R1 lo encontramos sin producir algún giro en la tensión que causan los protagonistas. Esto se refleja en las siguientes dos citas: “Murió pasadas las cuatro. Con mi mujer lloramos en silencio y después le acercamos un espejo a la boca.” (p14) y en “-Me olvidé que tu mamá había muerto” (p16). No así se muestra en R4: “Yo sabía el resto de la historia […], pero esa vez fallé. Dejé de mirarme las manos cuando mi tía levanta el florero para descargarlo en la cabeza de mamá. […] Cualquier vida cambia con una suceso como ese, nadie queda indiferente porque nadie o casi nadie presencia el asesinato de su madre.” (p59) la muerte aparece de forma violenta, muy diferente a R1 en donde la muerte pasa desapercibida por los protagonistas, al extremo de olvidarla. Tómese en cuenta que en este último el personaje en cuestión es una anciana, mientras que en el otro es una mujer de un poco más de 40 años. También hay que extraer que en R4 el conflicto familiar llega a la violencia, la cual es el conducto por donde pasa R6, relato que retoma, luego de un pequeño receso en R5, el tópico visto: “Ahí estaba el Campeón, solo, como siempre lo había visto. Me acordé de su imagen en el camarín, sentado en la camilla con algodones en la nariz, y pensé en los motivos que tuvo para asesinar a Cecilia […]” (p88). De igual manera que en R4, R6 lleva el conflicto a la violencia en un relato donde la historia se construye en torno al boxeo.
Pero el tópico es tomado de otra manera también, considerándolo como efecto proyectivo y no-concretizante de ciertas patologías mortales. Por ejemplo en R8:
“La muchacha se despidió, pero antes de cerrar la puerta, dijo:
¿Te importaría saber algo?
No, dime.
Tengo sida. Ahora tú lo llevas. –Corrió hasta la casa y desapareció.” (p107)
El sida es el puente conector para R8 y R9. En este último, planteado en un fragmento citado anteriormente, se asimila al violador con un sidoso. Estas conexiones no son ajenas, por lo que hemos ido citando y relacionando. Pero las explicaré a continuación de los siguientes ejemplos.
En R2:
“Madrid se pasó la mano por los bigotes, y dijo:
Me estoy muriendo. –No dije nada-. Un escritor se está muriendo y tú no dices nada […] Cáncer, […] los doctores me dieron seis meses y llevo tres.” (p35)
Lo mismo sucede en R10: “Cachorro sentía que se iniciaba una conversación banal porque ninguna palabrería suelta podía reemplazar a una frase tan contundente como: <
De este modo el elemento del tópico aparece directamente y se concretiza, como también no resuelve. De la primera forma pertenecen R1, R4 y R6, y de la otra, R2 y R8, siendo el cáncer el elemento repetitivo, por lo que debe relacionar a estos dos relatos con R1 que, como dijimos, se concretiza en: “El jueves mamá no pudo más. Los pies se le amontonaron y perdió la conciencia. Vino el médico y dijo que era normal, que después de algunos meses de buena cara al final el cáncer muestra la auténtica.” (p11)
Son cinco los elementos que, configurando parte importante en la trama de los relatos, conducen a la muerte. Un asesinato (R4), cuatro enfermedades terminales (RI, R2, R6 Y R8). Aún así la tragedia que causa una enfermedad no queda ausente en R3, el cual no presenta el tópico; veamos los siguientes fragmentos: “el chico me tomó de la mano y me sacó de la pieza […] sentí el frío del pasillo y me acordé de mi casa al tiempo que sentía chirriar las prótesis” (p47) y “junto al pequeño escritorio quedaron las prótesis igual que las armas después de la batalla” (p48). Tanto las enfermedades y las discapacidades conllevan desgracia.
La muerte es mostrada también como sus símiles simbólicos como sombra y oscuridad, que provoca desconocimiento y miedo. Esto se refleja como marca reiterativa en R8: “De pronto, al frenar una curva, una sombra salió de la nada y se puso en el camino” (p102); “… hasta que irrumpió una figura vestida de negro.” (p103);
“Oyó el grito a su espalda. Una sombra estaba parada junto a la camioneta, desgarbada […]- Tiene una ayudita- habló la sombra.” (p108). Hay que resaltar el carácter prosopopéyico de lo oscuro o la sombra, que sirve como instalación de diálogos con el protagonista, tales como “habló la sombra” (p108) y “le preguntó a la sombra” (p102). En R10 se presenta en “caminó hasta que oyó unos pasos atrás, dio vuelta la cabeza y vio una cabeza arropada. Se acercó a él, pero no llegó a tocarlo” (p130). Este fragmento da a conocer que la serie de relatos comienzan con el cáncer y termina en la sombra; produciendo una suerte de hermetismo temático el cual, a esta altura, se muestra como elemento básico. Además tomemos en cuenta que tanto R8 como R10, forman parte de los relatos en que “la muerte” no alcanza su finalidad, lo cual se puede traducir en una cierta cacería hacia sus respectivos protagonistas protagonista.
Tenemos una muerte expuesta (concretizada y no-concretizada) en el texto directamente, como también una simbolizada. Con esta pequeña estructura, estamos capaces de extraer algún campo semántico. Antes que todo se debe aclarar que el tópico no se establecerá como eje semántico, por su carácter explícito en este trabajo. Resaltan de los fragmentos seleccionados: “y desapareció”, “llorar”, “silencio”, “me olvidé”, “cerrar la puerta”, “conversación banal”, “me olvidé”, “frío”, y otras. Al igual que la categoría anterior, insensibilidad, acá encontramos la apatía hacia la situación mortal, un desengaño del ser “querido”. El sema compartido debe ser relacionado con la situación que provoca el tópico, por lo que INCOMPRENSIÓN, recaería en esta oportunidad. Ejemplifiquemos con una cita anterior: “Tengo sida. Ahora tú lo llevas”.
También resultaría conveniente dar cuenta de una categoría en el elemento más reiterativo en la serie: televisor. Algunos ejemplos más detallados en R1 por ser este el primero de la serie y por cumplir muchas veces la función de determinar lo que puede acontecer la tendencia semántica en los siguientes relatos: “Acostados, prendí la televisión. La miramos con el volumen cas al mínimo, haciendo zapping todo el rato” enseguida “Mamá se quejaba con la boca cerrada, sin palabras igual que la televisión” (pp12), también en “pensé que la televisión sin volumen no mostraba los velorios” (p17) y “en la casa llegamos derecho al dormitorio y sin sacarnos la ropa nos tendimos en la cama y vimos televisión sin volumen” (p18). La primera cita muestra al televisor como propósito del no sostener el coito. Mientras que la última, refleja la falta de diálogo que conlleva la televisión, como lo expusimos en las relaciones interpersonales en un principio, más si se desarrolla en momentos como un funeral.
Ahora veamos algunos fragmentos de la infinidad que existen señalando al televisor, para luego inferir una nueva categoría: “Al llegar se desvestía rápido dejándome con la televisión prendida” (R2, p23), “Lo único que nos negamos a vender fue el televisor” (R3,p41), “Me pasó el cuchillo e intenté acordarme como lo había visto hacer en la televisión” (R3,p45), “Puso su mano en la cabeza de él y le revolvió el poco pelo que le quedaba, como lo había visto hacer en las viejas películas de la televisión” (R4,p58), “y se oían voces que no podía ser más que de un televisor” (R5,p69), “La televisión seguía sonando en alguna parte” (R5,p71), “Los combates eran cada vez más espaciado y al final terminé viéndolos por televisión” (R6,p85), “sacamos a mi padre de allí y dimos unas vueltas alrededor de la plaza antes de dejarlo en su cama con el televisor prendido” (R7,p92), “estaba con la amante una hora y veían televisión” (R8,p100), “Ingresaron a un pub, un sitio en donde él había estado algunas veces con su amante; un lugar poco iluminado, con la música algo fuerte y una pantalla gigante” (R8,p104), “<
Plano del paratexto
Ahora bien, hace falta trabajar sobre las conexiones de los relatos, como ocurrió con el elemento reciente, para reforzar nuestro resultado de la estructura textual.
Si consideramos las categorías establecidas de INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN e INCOMUNICACIÓN parece abordar una antítesis el paratexto La Felicidad (R3), por lo que si no existe una paratextualidad coherente, estaríamos frente a una posible ironía.
En este texto topamos reiteradas veces con la palabra cumpleaños que, semánticamente, designa alegría. Ahora bien, primeramente se hace apto ver la conexión con los otros relatos que también portan la palabra. Por ejemplo en R4 el peso semántico de cumpleaños queda a obsoleto en el siguiente fragmento: “ahí estábamos los cuatro, los que en cada cumpleaños nos sentábamos en la misma mesa y decíamos las mismas cosas, desgranábamos los mismos comentarios baratos, esos que acompañan la mayoría de las celebraciones” (p57). También, y con una idea de contraste, en R6: “De lo que vi recuerdo a dos mujeres con una torta en la mano cantándole cumpleaños feliz a un hombre que le corrían gruesas lágrimas por las mejillas” (p87). De igual manera ocurre en R7: “La última vez [que pasearon] fue hace un par de años, cuando con mi hermana decidimos celebrar su cumpleaños en el centro. En verdad no fue el día del cumpleaños, sino el domingo siguiente o el anterior, no me acuerdo” (p32). Por lo tanto en R4 y R7 se refuta la idea paratextual de felicidad en ellos.
Agréguese también la paratextualidad existente entre el sema detrás de cumpleaños y los paratextos, los cuales portan negación: No era mi tipo y Nunca he estado en katmadú.
Volvamos a R3. La situación de este relato se constituye, primero en un hogar fragmentado, en donde sólo celebran 3 personas: “Miré la pieza, pero en ninguna parte descubrí algún objeto que indicara la existencia de un dueño de casa. Ni ropa ni fotografías ni esos objetos propios de los hombres como son las herramientas o alguna colección de autos en miniatura.” (p44); segundo, una de las tres personas sufre una discapacidad: “-Felipe- alcanzó a decir Leticia, con la boca llena, pero el chico caminaba hacia mí con sus piernas ortopédicas, parecido a un robot […]” (p46); y tercero, se expone el conflicto: “En eso Leticia le pegó al chico una cacheta en la boca y el chico soltó el llanto […]” (p45). Se observa, por lo tanto, fragmentación, discapacidad y conflicto, cuyas carga semántica desmienten al paratexto, instalando un tropo, el cual disfraza el real contenido semántico de la palabra sin ocultarlo, según Fontanier (las figuras del discurso, p67).
Otro interesante elemento paratextual lo encontramos en R8, R9 y R10. Su inter y paratextualidad está específica y explícitamente en R8 y R10. El primero nos presenta el paratexto Vida de un cachorro, en cuyo texto cachorro abre y cierra el relato: “Estaba oscuro cuando Luis subió a su camioneta con una bolsa en la mano donde había algo que se movía. Un rato antes, al llegar a su casa, vio al cachorro merodeando […]” (p99) y “Se despidió de su esposa y salió, pero cuando iba a subirse a la camioneta se le ocurrió mirar hacia abajo. El cachorro estaba ahí sacudiendo la cola, queriendo jugar con los cordones de sus zapatos” (p110). Mientras que en R10 el texto comienza con la afirmación: “-Soy yo – dijo Cachorro López” (p123). Se establece así el diálogo que los une. Agreguemos a esto la relación establecida anteriormente con respecto a la muerte: Sida (R8) y Cáncer (R10).
El otro diálogo que surge es entre estos dos relatos y R9, donde a diferencia de R8, el paratexto no se revela como un diálogo: Diente de león. Sin embargo no hay que apresurarse y decir que la hipertextualidad con R8 se da a nivel del texto, ya que este se presenta como elemento estructurador que dará origen a la competencia citacional (6), la cual permitirá decir que existe tal diálogo. A continuación dos fragmentos que nos ayudarán a esto: “debajo de una baldosa había un perro enterrado, un animal que vi en la calle la ventana de mi dormitorio” (p117), esta aclara que “mi padre bajó los ojos y arrancó uno de los dientes de león que crecía alrededor de la tumba” (p118). La relación entre perro y diente de león, es la que relaciona a manera de diálogo a perro, Vida de un cachorro y Cachorro López con Diente de león, estableciéndose relaciones de Intertextualidad en Cachorro López-perro y paratextualidad en Vida de un cachorro-Cachorro López-diente de león. Con esto, se muestra la reiteración estructural de una linealidad como la que instalamos en R1, R2 y R3. Principio y final de la serie de relatos.
Si observamos nuevamente los paratextos, podemos agregar a esta trato, aunque si bien no como paratextualidad, los semas repetitivos que dan la noción de animal: R6 (caballos), R8 (cachorro) y R9 (león).
Entonces, a nivel paratextual, se establecen relaciones inter y paratextuales que ayudan a revelar el carácter de ironía del paratexto Felicidad, con respecto a las dos categoría.
Resultados
Teníamos como primera categoría INSENSIBILIDAD, INCOMPRENSIÓN como segunda, y, finalmente, INCOMUNICACIÓN. Además descubrimos que las palabras destinadas a la felicidad, son ironías. De las tres primeras categoría su constante etimológica resulta ser el prefijo IN, que según la R.A.E., indicaría negación o privación, por lo existe una negación o privación de los sentimientos, de la comprensión y de la comunicación. Lo negado es la base de las relaciones humanas, de las formas de llegar a al empatía, de lo que nos hace seres humanos, con altos y bajos. Por otra parte, la ironía se caracteriza por ser retórico, o sea, por un estar consiente de lo que se dice. En conclusión, todo aquello nos permite formular, a través del elemento dominante, que la ley estructural del texto es la deficiente necesidad de las personas, en este caso los protagonistas de cada relato, por llegar a concretizar las relaciones humanas.
Glosario de términos:
1-Isotopía: “un conjunto redundante de categorías semánticas que hace posible la lectura uniforme del relato” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.
2-Intertextualidad: “como una relación de copresencia entre dos o más textos”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).
3-Campo semántico: “es conjunto de palabras o elementos significantes con significados relacionados, debido a que comparten un núcleo de significación o rasgo semántico (sema) común y se diferencian por otra serie de rasgos semánticos distinguidores”. Roland Barthes Elementos de semiología.
4-Paratextualidad: “es entendida como la relación que el texto mantiene con los títulos, subtítulos, intertítulos, prefacios, epílogos, entre otros, llamados paratextos.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).
5-hipertextualidad: “es la relación que une a un texto B con un texto A, es
decir, supone la derivación de un texto de otro ya existente. Al texto B se le llama
Hipertexto yal texto A se le denomina hipotexto.”
Gerad Genette (Palimpsesto: Literatura de segundo grado).
6-Competencia citacional: “Experiencia y dominio de los rasgos discursivos que permiten al lector reconocer o interpretar la dimensión intertextual en un texto.” Roberto Hozven Glosario semiótico Literario.
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